PARROQUIA DE SANTIAGO APÓSTOL
LORCA
DANIEL
CAPITULOS
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Daniel 1
1El año tercero del reinado de Yoyaquim, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén y la sitió.
2El Señor entregó en sus manos a Yoyaquim rey de Judá, así como parte
de los objetos de la Casa de Dios. El los llevó al país de Senaar
y depositó los objetos en la casa del tesoro de sus dioses.
3El rey mandó a Aspenaz, jefe de sus eunucos, tomar de entre los israelitas de estirpe real o de familia noble,
4algunos jóvenes, sin defecto corporal, de buen parecer, instruidos en
toda sabiduría, cultos e inteligentes, idóneos para servir en la corte
del rey, con el fin de enseñarles la escritura y la lengua de los
caldeos.
5El rey les asignó una ración diaria de los manjares del rey y del vino
de su mesa. Deberían ser educados durante tres años, después de lo cual
entrarían al servicio del rey.
6Entre ellos se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, que eran judíos.
7El jefe de los eunucos les puso nombres nuevos: Daniel se llamaría
Beltsassar, Ananías Sadrak, Misael Mesak y Azarías Abed Negó.
8Daniel, que tenía el propósito de no mancharse compartiendo los
manjares del rey y el vino de su mesa, pidió al jefe de los eunucos
permiso para no mancharse.
9Dios concedió a Daniel hallar gracia y benevolencia ante el jefe de los eunucos.
10Pero el jefe de los eunucos dijo a Daniel: «Temo al rey, mi señor; él
ha asignado vuestra comida y vuestra bebida, y si llega a ver vuestros
rostros más macilentos que los de los jóvenes de vuestra edad,
expondríais mi cabeza a los ojos del rey.»
11Daniel dijo entonces al guarda a quien el jefe de los eunucos había confiado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
12«Por favor, pon a prueba a tus siervos durante diez días: que nos den de comer legumbres y de beber agua;
13después puedes comparar nuestro aspecto con el de los jóvenes que
comen los manjares del rey, y hacer con tus siervos con arreglo a lo
que hayas visto.»
14Aceptó él la propuesta y les puso a prueba durante diez días.
15Al cabo de los diez días se vio que tenían mejor aspecto y estaban
más rollizos que todos los jóvenes que comían los manjares del
rey.
16Desde entonces el guarda retiró sus manjares y el vino que tenían que beber, y les dio legumbres.
17A estos cuatro jóvenes les concedió Dios ciencia e inteligencia en
toda clase de letras y sabiduría. Particularmente Daniel poseía el
discernimiento de visiones y sueños.
18Al cabo del tiempo establecido por el rey para que le fueran
presentados los jóvenes, el jefe de los eunucos los llevó ante
Nabucodonosor.
19El rey conversó con ellos, y entre todos no se encontró ningún otro
como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Quedaron, pues, al servicio del
rey.
20Y en cuantas cosas de sabiduría o de inteligencia les consultó el
rey, los encontró diez veces superiores a todos los magos y
adivinos que había en todo su reino.
21Daniel permaneció allí hasta el año primero del rey Ciro.
INICIO
Daniel 2
1El año segundo del reinado de Nabucodonosor, Nabucodonosor tuvo
sueños, y su espíritu se turbó hasta el punto de no poder dormir.
2El rey mandó llamar a los magos y adivinos, encantadores y caldeos
para que manifestaran al rey sus sueños. Vinieron ellos y se
presentaron al rey.
3El rey les dijo: «He tenido un sueño y mi espíritu se ha turbado por el deseo de comprender este sueño.»
4Los caldeos respondieron al rey: (Arameo) «¡Viva el rey eternamente!
Cuenta el sueño a tus siervos, y nosotros te daremos su interpretación.»
5Respondió el rey y dijo a los caldeos: «Tened bien presente mi
decisión: si no me dais a conocer el sueño y su interpretación,
seréis cortados en pedazos y vuestras casas serán reducidas a escombros.
6Pero si me dais a conocer el sueño y su interpretación, recibiréis de
mí regalos, obsequios y grandes honores. Así pues, dadme a
conocer el sueño y su interpretación.»
7Respondieron ellos por segunda vez: «Cuente el rey el sueño a sus siervos, que nosotros le daremos su interpretación.»
8Pero el rey replicó: «Bien veo que lo que queréis vosotros es ganar tiempo, sabiendo que mi decisión está tomada.
9Si no me dais a conocer el sueño, una misma será vuestra sentencia.
Habéis acordado entre vosotros decirme palabras mentirosas y
falsas, mientras cambian los tiempos. Por tanto, indicadme el sueño y
sabré que podéis darme su interpretación.»
10Los caldeos respondieron ante el rey: «No hay nadie en el mundo capaz
de descubrir lo que quiere el rey; y por eso mismo ningún rey, por
grande y poderoso que sea, pregunta jamás cosa semejante a ningún mago,
adivino o caldeo.
11Lo que el rey pide es difícil, y nadie se lo puede descubrir al rey,
excepto los dioses; pero ellos no viven entre los seres de carne.»
12Entonces el rey se enfureció terriblemente y mandó matar a todos los sabios de Babilonia.
13Promulgado el decreto de matar a los sabios, se buscó también a Daniel y a sus compañeros para matarlos.
14Pero Daniel se dirigió con palabras sabias y prudentes a Aryok, jefe
de la guardia real, que se disponía a matar a los sabios de Babilonia.
15Tomó la palabra y dijo a Aryok, oficial del rey: «Por qué ha dado el
rey un decreto tan tajante?» Aryok explicó la cosa a Daniel,
16y Daniel se fue a pedir al rey que se le concediese un plazo para declarar al rey la interpretación.
17Daniel regresó a su casa e informó del caso a sus compañeros Ananías, Misael y Azarías,
18invitándoles a implorar la misericordia del Dios del Cielo, acerca de
este misterio, a fin de que no se diese muerte a Daniel y a sus
compañeros con el resto de los sabios de Babilonia.
19Entonces el misterio fue revelado a Daniel en una visión nocturna. Y Daniel bendijo al Dios del Cielo.
20Tomó Daniel la palabra y dijo: «Bendito sea el Nombre de Dios por los
siglos de los siglos, pues suyos son el saber y la fuerza.
21El hace alternar estaciones y tiempos, depone a los reyes, establece
a los reyes, da a los sabios sabiduría, y ciencia a los que saben
discernir.
22El revela honduras y secretos, conoce lo que ocultan las tinieblas, y la luz mora junto a él.
23A ti, Dios de mis padres, doy yo gracias y alabo, porque me has
concedido sabiduría y fuerza; y ahora me has dado a conocer lo que te
habíamos pedido, la cosa del rey nos has dado a
conocer.»
24Después Daniel se fue donde Aryok, a quien el rey había encomendado
la matanza de los sabios de Babilonia. Entró y le dijo: «No mates a los
sabios de Babilonia. Llévame a la presencia del rey y yo declararé al
rey la interpretación.»
25Aryok se apresuró a introducir a Daniel ante el rey y le dijo: «He
encontrado entre los deportados de Judá un hombre que puede dar a
conocer al rey la interpretación.»
26Tomó el rey la palabra y dijo a Daniel (por sobrenombre Beltsassar):
«¿Eres tú capaz de darme a conocer el sueño que he tenido y su
interpretación?»
27Daniel tomó la palabra en presencia del rey y dijo: «El misterio que
el rey quiere saber, no hay sabios, adivinos, magos ni astrólogos que
lo puedan revelar al rey;
28pero hay un Dios en el cielo, que revela los misterios y que ha dado
a conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá al fin de los días. Tu
sueño y las visiones de tu cabeza cuando estabas en tu lecho eran éstos:
29«Oh rey, los pensamientos que agitaban tu mente en el lecho se
referían a lo que ha de suceder en el futuro, y el que revela los
misterios te ha dado a conocer lo que sucederá.
30A mí, sin que yo posea más sabiduría que cualquier otro ser viviente,
se me ha revelado este misterio con el solo fin de dar a conocer
al rey su interpretación y de que tú conozcas los pensamientos de tu
corazón.
31«Tú, oh rey, has tenido esta visión: una estatua, una enorme estatua,
de extraordinario brillo, de aspecto terrible, se levantaba ante ti.
32La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus lomos de bronce,
33sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla.
34Tú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió, sin
intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de
hierro y arcilla, y los pulverizó.
35Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro, arcilla, bronce,
plata y oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se
lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se
convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra.
36Tal fue el sueño: ahora diremos ante el rey su interpretación.
37Tú, oh rey, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado reino, fuerza, poder y gloria
38- los hijos de los hombres, las bestias del campo, los pájaros del
cielo, dondequiera que habiten, los ha dejado en tus manos y te ha
hecho soberano de ellos -, tú eres la cabeza de oro.
39Después de ti surgirá otro reino, inferior a ti, y luego un tercer reino, de bronce, que dominará la tierra entera.
40Y habrá un cuarto reino, duro como el hierro, como el hierro que todo
lo pulveriza y machaca: como el hierro qué aplasta, así él pulverizará
y aplastará a todos los otros.
41Y lo que has visto, los pies y los dedos, parte de arcilla de
alfarero y parte de hierro, es un reino que estará dividido; tendrá la
solidez del hierro, según has visto el hierro mezclado con la masa de
arcilla.
42Los dedos de los pies, parte de hierro y parte de arcilla, es que el reino será en parte fuerte y en parte frágil.
43Y lo que has visto: el hierro mezclado con la masa de arcilla, es que
se mezclarán ellos entre sí por simiente humana, pero no se
aglutinarán el uno al otro, de la misma manera que el hierro no se
mezcla con la arcilla.
44En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que
jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo. Pulverizará
y aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá eternamente:
45tal como has visto desprenderse del monte, sin intervención de mano
humana, la piedra que redujo a polvo el hierro, el bronce, la arcilla,
la plata y el oro. El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que ha de
suceder. Tal es verdaderamente el sueño, y su interpretación digna de
confianza.»
46Entonces el rey Nabucodonosor cayó rostro en tierra, se postró ante
Daniel, y ordenó que se le ofreciera oblación y calmante aroma.
47El rey tomó la palabra y dijo a Daniel: «Verdaderamente vuestro Dios
es el Dios de los dioses y el señor de los reyes, el revelador de
los misterios, ya que tú has podido revelar este misterio.»
48Y el rey confirió a Daniel un alto rango y le dio muchos y magníficos
regalos. Le hizo gobernador de toda la provincia de Babilonia y
jefe supremo de todos los sabios de Babilonia.
49Daniel pidió al rey que encargara de la administración de la
provincia de Babilonia a Sadrak, Mesak y Abed Negó, quedando Daniel en
la corte del rey.
INICIO
Daniel 3
1El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, de sesenta codos de alta
por seis de ancha, y la erigió en el llano de Dura, en la
provincia de Babilonia.
2El rey Nabucodonosor mandó a los sátrapas, prefectos, gobernadores,
consejeros, tesoreros, juristas y jueces y a todas las autoridades
provinciales, que se reunieran y asistieran a la dedicación de la
estatua erigida por el rey Nabucodonosor.
3Se reunieron, pues, los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros,
tesoreros, juristas y jueces y todas las autoridades provinciales
para la dedicación de la estatua erigida por el rey Nabucodonosor;
todos estaban en pie ante la estatua erigida por el rey Nabucodonosor.
4El heraldo pregonó con fuerza: «A vosotros, pueblos, naciones y lenguas, se os hace saber:
5En el momento en que oigáis el cuerno, el pífano, la cítara, la
sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, os postraréis
y adoraréis la estatua de oro que ha erigido el rey Nabucodonosor.
6Aquél que no se postre y la adore, será inmediatamente arrojado en el horno de fuego ardiente.»
7Con tal motivo, en cuanto se oyó sonar el cuerno, el pífano, la
cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música,
todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la
estatua de oro que había erigido el rey Nabucodonosor.
8Sin embargo, algunos caldeos se presentaron a denunciar a los judíos.
9Tomaron la palabra y dijeron al rey Nabucodonosor: «¡Viva el rey eternamente!
10Tú, oh rey, has ordenado que todo hombre, en cuanto oiga sonar el
cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña
y toda clase de música, se postre y adore la estatua de oro,
11y que aquél que no se postre para adorarla sea arrojado en el horno de fuego ardiente.
12Pues hay algunos judíos a quienes has encargado de la administración
de la provincia de Babilonia: Sadrak, Mesak y Abed Negó, que no te
hacen caso, oh rey; no sirven a tu dios ni adoran la estatua de oro que
has erigido.»
13Ebrio de cólera, Nabucodonosor mandó llamar a Sadrak, Mesak y Abed Negó, que fueron introducidos ante el rey.
14Nabucodonosor tomó la palabra y dijo: «¿Es verdad, Sadrak, Mesak y
Abed Negó, que no servís a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que
yo he erigido?
15¿Estáis dispuestos ahora, cuando oigáis sonar el cuerno, el pífano,
la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música,
a postraros y adorar la estatua que yo he hecho? Si no la adoráis,
seréis inmediatamente arrojados en el horno de fuego ardiente; y ¿qué
dios os podrá librar de mis manos?»
16Sadrak, Mesak y Abed Negó tomaron la palabra y dijeron al rey
Nabucodonosor: «No necesitamos darte una respuesta sobre este
particular.
17Si nuestro Dios, a quien servimos, es capaz de librarnos, nos librará del horno de fuego ardiente y de tu mano, oh rey;
18y si no lo hace, has de saber, oh rey, que nosotros no serviremos a
tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido.»
19Entonces el rey Nabucodonosor, lleno de cólera y demudada la
expresión de su rostro contra Sadrak, Mesak y Abed Negó, dio orden de
que se encendiese el horno siete veces más de lo corriente,
20y mandó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a Sadrak,
Mesak y Abed Negó y los arrojaran al horno de fuego ardiente.
21Fueron, pues, atados estos hombres, con sus zaragüelles, túnicas,
gorros y vestidos, y arrojados al horno de fuego ardiente.
22Como la orden del rey era perentoria y el horno estaba excesivamente
encendido, la llamarada mató a los hombres que habían llevado allá a
Sadrak, Mesak y Abed Negó.
23Y los tres hombres, Sadrak, Mesak y Abed Negó, cayeron, atados, en medio del horno de fuego ardiente.
24Entonces el rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó a toda prisa y
preguntó a sus consejeros: «¿No hemos echado nosotros al fuego a estos
tres hombres atados?» Respondieron ellos: «Indudablemente, oh rey.»
25Dijo el rey: «Pero yo estoy viendo cuatro hombres que se pasean
libremente por el fuego sin sufrir daño alguno, y el cuarto tiene el
aspecto de un hijo de los dioses.»
26Y Nabucodonosor se acercó a la boca del horno de fuego ardiente y
dijo: «Sadrak, Mesak y Abed Negó, servidores del Dios Altísimo, salid y
venid aquí.» Entonces Sadrak, Mesak y Abed Negó salieron de en medio
del fuego.
27Los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros del rey se
reunieron para ver a estos hombres: el fuego no había tenido
ningún poder sobre su cuerpo, los cabellos de su cabeza no estaban
chamuscados, sus mantos no se habían alterado, y ni el olor del fuego
se les había pegado.
28Nabucodonosor exclamó: «Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed
Negó, que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que, confiando
en él, quebrantaron la orden del rey y entregaron su cuerpo antes que
servir y adorar a ningún otro fuera de su Dios.
29Y yo promulgo este edicto: Pueblos, naciones y lenguas, todo aquel
que hable ligeramente del Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, será
cortado en pedazos y su casa será reducida a escombros, porque no hay
otro dios que pueda salvar de este modo.»
30Y el rey hizo prosperar a Sadrak, Mesak y Abed Negó en la provincia de Babilonia.
31Nabucodonosor, Rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas de toda la tierra: ¡Sea grande vuestra paz!
32Me ha parecido bien daros a conocer las señales y milagros que ha hecho el Dios Altísimo.
33¡Que grandes sus prodigios, qué poderosos sus milagros! ¡Reino eterno es su reino, su imperio de generación en generación!
INICIO
Daniel 4
1Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa, y satisfecho en mi palacio.
2Y tuve un sueño que me aterrorizó. Las obsesiones que tuve en mi lecho y las visiones de mi cabeza me aterraron.
3Entonces di orden de traer a mi presencia a todos los sabios de
Babilonia para que me dieran a conocer la interpretación del
sueño.
4Vinieron los magos, adivinos, caldeos y astrólogos y, en su presencia, conté el sueño, pero su interpretación no me la dieron.
5Después se presentó ante mí Daniel, por sobrenombre Beltsassar, según
el nombre de mi dios, en quien reside el espíritu de los dioses santos.
Yo le conté el sueño:
6«Beltsassar, jefe de los magos, ya sé que tú posees el espíritu de los
dioses santos y que ningún misterio ofrece para ti dificultad:
mira el sueño que he tenido; dime su interpretación.
7«En mi lecho, contemplaba las visiones de mi cabeza: «Un árbol había en el centro de la tierra, de altura muy grande.
8El árbol creció, se hizo corpulento, su altura llegaba hasta el cielo, su expansión, hasta los confines de la tierra.
9Era hermoso su ramaje, abundante su fruto; había en él comida para
todos, a su sombra se cobijaban las bestias del campo, en sus ramas
anidaban los pájaros del cielo, y toda carne se alimentaba de él.
10Yo contemplaba, en mi lecho, las visiones de mi cabeza. En esto, un Vigilante, un santo, bajaba del cielo.
11Con recia voz gritaba así: “Abatid el árbol, cortad sus ramas,
arrancad sus hojas, tirad sus frutos; váyanse las bestias de debajo de
él, y los pájaros de sus ramas.
12Pero dejad en tierra tocón y raíces con ataduras de hierro y bronce,
entre la hierba del campo. Sea bañado del rocío del cielo y comparta
con las bestias la hierba de la tierra.
13Deje de ser su corazón de hombre, désele un corazón de bestia y pasen por él siete tiempos.
14Es la sentencia dictada por los Vigilantes, la cuestión decidida por
los Santos, para que sepa todo ser viviente que el Altísimo domina
sobre el reino de los hombres: se lo da a quien le place y exalta al
más humilde de los hombres.”»
15«Tal es el sueño que he tenido yo, el rey Nabucodonosor. Tú,
Beltsassar, dime su interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi
reino ha podido darme a conocer su interpretación; pero tú puedes,
porque en ti reside el espíritu de los dioses santos.»
16Entonces Daniel, por sobrenombre Beltsassar, quedó un instante
aturdido y turbado en sus pensamientos. El rey tomó la palabra y dijo:
«Beltsassar, no te turbe este sueño y su interpretación.» Respondió
Beltsassar: «¡ Oh mi señor, sea este sueño para tus enemigos y su
interpretación para tus adversarios!
17Ese árbol que has visto, que se hizo grande y corpulento, cuya altura
llegaba hasta el cielo y que era visible en toda la tierra,
18que tenía hermoso ramaje y abundante fruto, en el que había alimento
para todos, bajo el cual se cobijaban las bestias del campo y en cuyas
ramas anidaban los pájaros del cielo,
19eres tú, oh rey, que te has hecho grande y poderoso, cuya grandeza ha
crecido y ha llegado hasta el cielo, y cuyo dominio se extiende
hasta los confines de la tierra.
20«En cuanto a lo que ha visto el rey: un Vigilante, un santo que
bajaba del cielo y decía: “Abatid el árbol, destruidlo, pero el tocón y
sus raíces dejadlos en tierra, con ataduras de hierro y bronce, entre
la hierba del campo, y sea bañado del rocío del cielo y comparta
la suerte con las bestias del campo hasta que hayan pasado por él siete
tiempos”,
21ésta es su interpretación, oh rey, y el decreto del Altísimo que ha tocado a mi señor el rey:
22«Serás arrojado de entre los hombres y con las bestias del campo
morarás; hierba, como los bueyes, tendrás por comida, y serás bañado
del rocío del cielo; siete tiempos pasarán por ti, hasta que reconozcas
que el Altísimo domina sobre el imperio de los
hombres y que se lo da a quien le place.
23«Y la orden de dejar el tocón y las raíces del árbol, significa que
tu reino se te conservará hasta que hayas reconocido que todo poder
viene del Cielo.
24Por eso, oh rey, acepta mi consejo: rompe tus pecados con obras de
justicia y tus iniquidades con misericordia para con los pobres, para
que tu ventura sea larga.»
25Todo esto le sobrevino al rey Nabucodonosor.
26Doce meses después, paseándose por la terraza del palacio real de Babilonia,
27iba diciendo el rey: «¿No es ésta la gran Babilonia que yo he
edificado como mi residencia real, con el poder de mi fuerza y para la
gloria de mi majestad?»
28Aún estaban estas palabras en la boca del rey, cuando una voz cayó
del cielo: «¡A ti se te habla, rey Nabucodonosor! La realeza se te ha
ido.
29De entre los hombres serás arrojado, con las bestias del campo
morarás; hierba como los bueyes tendrás por comida, y siete tiempos
pasarán por ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el
reino de los hombres, y se lo da a quien le place.»
30Y al punto se cumplió la palabra en Nabucodonosor: fue arrojado de
entre los hombres, se alimentó de hierba como los bueyes, su cuerpo fue
bañado del rocío del cielo, hasta crecerle sus cabellos como plumas de
águila y sus uñas como las de las aves.
31«Al cabo del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al
cielo, y la razón volvió a mí; entonces bendije al Altísimo, alabando y
exaltando al que vive eternamente, cuyo imperio es un imperio eterno, y
cuyo reino dura por todas las generaciones.
32Los habitantes todos de la tierra ante él, como si no contaran, hace
lo que quiere con el ejército del cielo y con los habitantes de la
tierra. Nadie puede detener su mano o decirle: “¿Qué haces?”
33«En aquel momento, la razón volvió a mí, y para gloria de mi realeza
volvieron también a mí majestad y esplendor; mis consejeros y mis
grandes me reclamaron, se me restableció en mi reino, y se me dio una
grandeza todavía mayor.
34Ahora, pues, yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey del
Cielo, porque sus obras todas son verdad, justicia todos sus caminos;
él sabe humillar a los que caminan con orgullo.»
INICIO
Daniel 5
1El rey Baltasar dio un gran festín en honor de sus mil dignatarios, y, en presencia de estos mil, bebió vino.
2Bajo el efecto del vino, Baltasar mandó traer los vasos de oro y plata
que su padre Nabucodonosor se había llevado del Templo de Jerusalén,
para que bebieran en ellos el rey, sus dignatarios, sus mujeres y sus
concubinas.
3Se trajeron, pues, los vasos de oro y plata tomados de la Casa de Dios
en Jerusalén, y en ellos bebieron el rey, sus dignatarios, sus mujeres
y sus concubinas.
4Bebieron vino y alabaron a sus dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de madera y piedra.
5De pronto aparecieron los dedos de una mano humana que se pusieron a
escribir, detrás del candelabro, en la cal de la pared del palacio
real, y el rey vio la palma de la mano que escribía.
6Entonces el rey cambió de color, sus pensamientos le turbaron, las
articulaciones de sus caderas se le relajaron y sus rodillas se
pusieron a castañetear.
7Y el rey mandó a buscar a gritos a los adivinos, caldeos y astrólogos.
Tomó el rey la palabra y dijo a los sabios de Babilonia: «El que
lea este escrito y me dé a conocer su interpretación, será vestido de
púrpura, se le pondrá al cuello un collar de oro, y mandará como
tercero en el reino.»
8Vinieron, pues, todos los sabios del rey; pero no pudieron leer el escrito ni declarar al rey su interpretación.
9El rey Baltasar se turbó mucho y su semblante cambió de color; también sus dignatarios quedaron desconcertados.
10En la sala del festín entró la reina, enterada por las palabras del
rey y de sus dignatarios. Y dijo la reina: «¡Viva el rey
eternamente! No te turben tus pensamientos ni tu semblante cambie de
color.
11Hay en tu reino un hombre en quien reside el espíritu de los dioses
santos. Ya en tiempo de tu padre se halló en él luz, inteligencia y
sabiduría semejante a la sabiduría de los dioses, y tu padre, el rey
Nabucodonosor, le nombró jefe de los magos, adivinos, caldeos y
astrólogos.
12Por tanto, ya que en este Daniel, a quien el rey puso por sobrenombre
Beltsassar, se encontró un espíritu extraordinario, ciencia,
inteligencia y arte de interpretar sueños, de descifrar enigmas y de
resolver dificultades, sea llamado Daniel y él dará a conocer la
interpretación.»
13En seguida fue introducido Daniel a la presencia del rey, y el rey
dijo a Daniel: «¿Eres tú Daniel, uno de los judíos deportados, que mi
padre el rey trajo de Judá?
14He oído decir que en ti reside el espíritu de los dioses y que hay en ti luz, inteligencia y sabiduría extraordinarias.
15Han sido introducidos ahora en mi presencia los sabios y adivinos
para que leyeran este escrito y me declararan su interpretación,
pero han sido incapaces de descubrir su sentido.
16He oído decir que tú puedes dar interpretaciones y resolver
dificultades. Si, pues, logras leer este escrito y declararme su
interpretación, serás vestido de púrpura, llevarás al cuello un collar
de oro, y mandarás como tercero en el reino.»
17Daniel tomó la palabra y dijo delante del rey: «Quédate con tus
regalos y da tus obsequios a otro, que yo leeré igualmente al rey
este escrito y le daré a conocer su interpretación.
18Oh rey, el Dios Altísimo dio a tu padre Nabucodonosor reino, grandeza, gloria y majestad.
19Y por esta grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas
temblaban de miedo en su presencia: mataba él a quien quería, dejaba
vivir a quien quería, exaltaba a quien quería y a quien quería
humillaba.
20Pero habiéndose engreído su corazón y obstinado su espíritu hasta la
arrogancia, fue depuesto de su trono real, y se le quitó su gloria.
21Fue expulsado de entre los hombres y su corazón se hizo semejante al
de las bestias; estuvo conviviendo con los onagros; se alimentó de
hierba como los bueyes, y su cuerpo fue bañado del rocío del cielo,
hasta que reconoció que el Dios Altísimo domina sobre el reino de los
hombres y pone en él a quien le place.
22Pero tú, Baltasar, hijo suyo, no has humillado tu corazón, a pesar de que sabías todo esto;
23te has engreído contra el Señor del Cielo, se han traído a tu
presencia los vasos de su Casa, y tú, tus dignatarios, tus mujeres y
tus concubinas, habéis bebido vino en ellos. Habéis celebrado a los
dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que no
ven ni oyen ni entienden, pero no has glorificado al Dios que tiene en
sus manos tu propio aliento y de quien dependen todos tus caminos.
24Por eso ha enviado él esa mano que trazó este escrito.
25La escritura trazada es: Mené, Mené, Teqel y Parsín.
26Y ésta es la interpretación de las palabras: Mené: Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin;
27 Tequel: has sido pesado en la balanza y encontrado falto de peso;
28 Parsín: tu reino ha sido dividido y entregado a los medos y los persas.»
29Entonces Baltasar mandó revestir de púrpura a Daniel, ponerle un
collar de oro al cuello y proclamar que mandaba como tercero en
el reino.
30Aquella noche fue asesinado Baltasar, el rey de los caldeos.
INICIO
Daniel 6
1Y recibió el reino Darío el Medo, que contaba sesenta y dos años.
2Plugo a Darío establecer en su reino ciento veinte sátrapas que estuvieran por todo el reino,
3bajo el mando de tres ministros - Daniel era uno de ellos -, a los que
los sátrapas deberían rendir cuentas, con el fin de impedir que el rey
recibiera daño alguno.
4Este mismo Daniel se distinguía entre los ministros y los sátrapas,
porque había en él un espíritu extraordinario, y el rey se proponía
ponerle al frente del reino entero.
5Por ello los ministros y los sátrapas se pusieron a buscar un motivo
de acusación contra Daniel en algún asunto de Estado; pero no pudieron
encontrar ningún motivo de acusación ni falta alguna, porque él era
fiel y no se le podía reprochar de negligencia ni falta.
6Entonces se dijeron aquellos hombres: «No encontraremos ningún motivo
de acusación contra este Daniel si no es en materia de la ley de su
Dios.»
7Los ministros y sátrapas acudieron, pues, atropelladamente ante el rey y le hablaron así: «¡Viva eternamente el rey Darío!
8Todos los ministros del reino, prefectos, sátrapas, consejeros y
gobernadores, aconsejan unánimemente que se promulgue un edicto real
para poner en vigor la prohibición siguiente: Todo aquel que en el
término de treinta días dirija una oración a quienquiera que sea, dios
u hombre, fuera de ti, oh rey, será arrojado al foso de los leones.
9Ahora pues, oh rey, da fuerza de ley a esta prohibición firmando el
edicto, de suerte que no se cambie nada, con arreglo a la ley de
los medos y persas, que es irrevocable.»
10Ante esto, el rey Darío firmó el edicto de prohibición.
11Al saber que había sido firmado el edicto, Daniel entró en su casa.
Las ventanas de su cuarto superior estaban orientadas hacia
Jerusalén y tres veces al día se ponía él de rodillas, para orar y dar
gracias a su Dios; así lo había hecho siempre.
12Aquellos hombres vinieron atropelladamente y sorprendieron a Daniel invocando y suplicando a su Dios.
13Entonces se presentaron al rey y le dijeron acerca de la prohibición
real: «¿No has firmado tú una prohibición según la cual todo el
que dirigiera, en el término de treinta días, una oración a quienquiera
que fuese, dios u hombre, fuera de ti, oh rey, sería arrojado al foso
de los leones?» Respondió el rey: «La cosa está decidida, según la ley
de los medos y los persas, que es irrevocable.»
14Entonces ellos dijeron en presencia del rey: «Daniel, ese deportado
de Judá, no hace caso de ti, oh rey, ni de la prohibición que tú
has firmado: tres veces al día hace su oración.»
15Al oír estas palabras, el rey se afligió mucho y se propuso salvar a
Daniel; hasta la puesta del sol estuvo buscando el modo de
librarle.
16Pero aquellos hombres volvieron atropelladamente ante el rey y le
dijeron: «Ya sabes, oh rey, que según la ley de los medos y los
persas ninguna prohibición o edicto dado por el rey puede ser
modificado.»
17Entonces el rey dio orden de traer a Daniel y de arrojarle al foso de
los leones. El rey dijo a Daniel: «Tu Dios, a quien sirves con
perseverancia, te librará.»
18Se trajo una piedra que fue colocada a la entrada del foso, y el rey
la selló con su anillo y con el anillo de sus dignatarios, para que no
se pudiese cambiar la suerte de Daniel.
19Después el rey volvió a su palacio y pasó la noche en ayuno; no dejó que le trajeran concubinas y el sueño huyó de él.
20Al amanecer, al rayar el alba, el rey se levantó y se dirigió a toda prisa al foso de los leones.
21Acercándose al foso, gritó a Daniel con voz angustiada: «Daniel,
servidor del Dios vivo, tu Dios, a quien sirves con
perseverancia, ¿ha podido librarte de los leones?»
22Entonces Daniel habló con el rey: «¡Viva el rey eternamente!
23Mi Dios ha enviado a su ángel, que ha cerrado la boca de los leones y
no me han hecho ningún mal, porque he sido hallado inocente ante él. Y
tampoco ante ti, oh rey, he cometido falta alguna.»
24El rey entonces se alegró mucho y mandó sacar a Daniel del foso.
Sacaron a Daniel del foso y no se le encontró herida alguna, porque
había confiado en su Dios.
25Y el rey mandó traer a aquellos hombres que habían acusado a Daniel y
echarlos al foso de los leones, a ellos, y a sus hijos y mujeres. Y no
habían llegado aún al fondo del foso cuando ya los leones se habían
lanzado sobre ellos y les habían triturado todos los huesos.
26Entonces, el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y
lenguas que habitaban en toda la tierra: «¡Sea grande vuestra paz!
27Por mí se decreta que en todos los dominios de mi reino se tema y se
tiemble ante el Dios de Daniel, porque él es el Dios vivo, que subsiste
por siempre, - su reino no será destruido y su imperio durará hasta el
fin -
28el que salva y libera, obra señales y milagros en los cielos y en la
tierra; el que ha salvado a Daniel del poder de los leones.»
29Y este mismo Daniel floreció en el reinado de Darío y en el reinado de Ciro el Persa.
INICIO
Daniel 7
1El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo un sueño y
visiones de su cabeza, mientras se hallaba en su lecho. En
seguida puso el sueño por escrito. Comienzo del relato:
2Daniel tomó la palabra y dijo: Contemplaba yo en mi visión durante la
noche lo siguiente: los cuatro vientos del cielo agitaron el mar grande,
3y cuatro bestias enormes, diferentes todas entre sí, salieron del mar.
4La primera era como un león con alas de águila. Mientras yo la miraba,
le fueron arrancadas las alas, fue levantada de la tierra, se
incorporó sobre sus patas como un hombre, y se le dio un corazón de
hombre.
5A continuación, otra segunda bestia, semejante a un oso, levantada de
un costado, con tres costillas en las fauces, entre los dientes. Y se
le decía: «Levántate, devora mucha carne.»
6Después, yo seguía mirando y vi otra bestia como un leopardo con
cuatro alas de ave en su dorso; la bestia tenía cuatro cabezas, y se le
dio el dominio.
7Después seguí mirando, en mis visiones nocturnas, y vi una cuarta
bestia, terrible, espantosa, extraordinariamente fuerte; tenía
enormes dientes de hierro; comía, trituraba, y lo sobrante lo pisoteaba
con sus patas. Era diferente de las bestias anteriores y tenía diez
cuernos.
8Estaba yo observando los cuernos, cuando en esto despuntó entre ellos
otro cuerno, pequeño, y tres de los primeros cuernos fueron
arrancados delante de él. Tenía este cuerno ojos como los de un hombre,
y una boca que decía grandes cosas.
9Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se
sentó. Su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza,
puros como la lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego
ardiente.
10Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le
servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él. El tribunal
se sentó, y se abrieron los libros.
11Miré entonces, atraído por el ruido de las grandes cosas que decía el
cuerno, y estuve mirando hasta que la bestia fue muerta y su
cuerpo destrozado y arrojado a la llama de fuego.
12A las otras bestias se les quitó el dominio, si bien se les concedió
una prolongación de vida durante un tiempo y hora determinados.
13Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en
las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el
Anciano y fue llevado a su presencia.
14A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones
y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca
pasará, y su reino no será destruido jamás.
15Yo, Daniel, quedé muy impresionado en mi espíritu por estas cosas, y las visiones de mi cabeza me dejaron turbado.
16Me acerqué a uno de los que estaban allí de pie y le pedí que me
dijera la verdad acerca de todo esto. El me respondió y me indicó la
interpretación de estas cosas:
17«Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que surgirán de la tierra.
18Los que han de recibir el reino son los santos del Altísimo, que poseerán el reino eternamente, por los siglos de los siglos.»
19Después quise saber la verdad sobre la cuarta bestia, que era
diferente de las otras, extraordinariamente terrible, con dientes de
hierro y uñas de bronce, que comía, trituraba y pisoteaba con sus patas
lo sobrante;
20y acerca de los diez cuernos que había en su cabeza, y del otro
cuerno que había despuntado, ante el cual cayeron los tres primeros; y
de este cuerno que tenía ojos y una boca que decía grandes cosas, y
cuyo aspecto era mayor que el de los otros.
21Yo contemplaba cómo este cuerno hacía la guerra a los santos y los iba subyugando,
22hasta que vino el Anciano a hacer justicia a los santos del Altísimo,
y llegó el tiempo en que los santos poseyeron el reino.
23El habló así: «La cuarta bestia será un cuarto reino que habrá en la
tierra, diferente de todos los reinos. Devorará toda la tierra, la
aplastará y la pulverizará.
24Y los diez cuernos: de este reino saldrán diez reyes, y otro saldrá
después de ellos; será diferente de los primeros y derribará a tres
reyes;
25proferirá palabras contra el Altísimo y pondrá a prueba a los santos
del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos y la ley, y los santos
serán entregados en sus manos por un tiempo y tiempos y medio tiempo.
26Pero el tribunal se sentará, y el dominio le será quitado, para ser destruido y aniquilado definitivamente.
27Y el reino y el imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos
todos serán dados al pueblo de los santos del Altísimo. Reino eterno es
su reino, y todos los imperios le servirán y le obedecerán.»
28Hasta aquí la relación. Yo, Daniel, quedé muy turbado en mis
pensamientos, se me demudó el color del rostro y
guardé estas cosas en mi corazón.
INICIO
Daniel 8
1El año tercero del reinado del rey Baltasar, yo, Daniel, tuve una visión después de la tenida anteriormente.
2Miré durante la visión y me veía en Susa, la plaza fuerte que está en
la provincia de Elam; en la visión miré, y me encontraba en la puerta
del Ulay.
3Levanté los ojos para ver, y vi un carnero que estaba delante de la
puerta. Tenía dos cuernos; los dos cuernos eran altos, pero uno más que
otro y el más alto había despuntado el último.
4Vi que el carnero acometía contra el oeste, el norte y el sur. Ninguna
bestia podía resistirle, nada podía escapar a su poder. Hacía lo que le
parecía y así se hizo grande.
5Estaba yo cavilando, y he aquí que un macho cabrío vino de occidente,
recorriendo la tierra entera sin tocar el suelo; este macho cabrío
tenía un cuerno «magnífico» entre los ojos.
6Vino donde el carnero de dos cuernos que yo había visto en pie delante
de la puerta y corrió hacia él con todo el ardor de su fuerza.
7Vi cómo alcanzaba al carnero, enfurecido contra él; embistió al
carnero, y le rompió los dos cuernos, sin que el carnero tuviera
fuerzas para resistirle; lo echó por tierra y lo pisoteó; no había
nadie que librara al carnero de su mano.
8El macho cabrío se hizo muy grande, pero cuando estaba en la plenitud
de su poder, el gran cuerno se rompió y en su lugar despuntaron cuatro
«magníficos» en la dirección de los cuatro vientos del cielo.
9De uno de ellos salió un cuerno, pequeño, que creció mucho en
dirección del sur, del oriente y de la Tierra del Esplendor.
10Creció hasta el ejército del cielo, precipitó en tierra parte del
ejército y de las estrellas, y las pisoteó con sus pies.
11Llegó incluso hasta el Jefe del ejército, abolió el sacrificio perpetuo y sacudió el cimiento de su santuario
12y al ejército; en el lugar del sacrificio puso la iniquidad y tiró por tierra la verdad; así obró y le acompañó el éxito.
13Oí entonces a un santo que hablaba, y a otro santo que decía al que
hablaba: «¿Hasta cuándo la visión: el sacrificio perpetuo, la iniquidad
desoladora, el santuario y el ejército pisoteados?»
14Le respondió: «Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas: después será reivindicado el santuario.»
15Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de
comprenderla, vi de pronto delante de mí como una apariencia de
hombre,
16y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.»
17El se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé
y caí de bruces. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende: la visión se
refiere al tiempo del Fin.»
18Mientras él me hablaba, yo me desvanecí, rostro en tierra. El me tocó y me hizo incorporarme donde estaba.
19Luego dijo: «Mira, voy a manifestarte lo que ocurrirá al fin de la Ira, porque el Fin está fijado.
20El carnero que has visto, sus dos cuernos, son los reyes de los medos y los persas.
21El macho cabrío velludo es el rey de Yaván; el cuerno grande entre sus ojos, es el primer rey.
22El cuerno roto y los cuatro cuernos que despuntaron en su lugar, son
cuatro reinos salidos de su nación, pero que no tendrán su fuerza.
23«Y al término de su reino, cuando lleguen al colmo los pecados, surgirá un rey, insolente y hábil en engaños.
24Se hará poderosa su fuerza - mas no por su fuerza misma - tramará
cosas inauditas, prosperará en sus empresas, destruirá a poderosos y al
pueblo de los santos.
25Y, por su habilidad, triunfará el engaño entre sus manos. Se exaltará
en su corazón, y por sorpresa destruirá a muchos. Se alzará contra el
Príncipe de los Príncipes, pero - sin que mano alguna intervenga -
será quebrantado.
26Es verdad la visión de las tardes y mañanas que se ha dicho, mas tú
guarda en secreto la visión, pues habrá aún para
muchos días.»
27Yo, Daniel, desfallecí y estuve enfermo unos cuantos días. Luego me
levanté para ocuparme de los asuntos del rey. Seguía perplejo por la
visión, que no se podía comprender.
INICIO
Daniel 9
1El año primero de Darío, hijo de Asuero, de la raza de los medos, que subió al trono del reino de Caldea,
2el año primero de su reinado, yo, Daniel, me puse a investigar en las
Escrituras sobre el número de años que, según la palabra de Yahveh
dirigida al profeta Jeremías, debían pasar sobre las ruinas de
Jerusalén, a saber setenta años.
3Volví mi rostro hacia el Señor Dios para implorarle con oraciones y súplicas, en ayuno, sayal y ceniza.
4Derramé mi oración a Yahveh mi Dios, y le hice esta confesión: «¡Ah,
señor, Dios grande y temible, que guardas la Alianza y el amor a los
que te aman y observan tus mandamientos.
5Nosotros hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos sido malos, no
hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus
normas.
6No hemos escuchado a tus siervos los profetas que en tu nombre
hablaban a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, a
todo el pueblo de la tierra.
7A ti, Señor, la justicia, a nosotros la vergüenza en el rostro, como
sucede en este día, a nosotros, a los hombres de Judá, a los
habitantes de Jerusalén y a Israel entero, próximos y lejanos, en todos
los países donde tú los dispersaste a causa de las infidelidades que
cometieron contra ti.
8Yahveh, a nosotros la vergüenza, a nuestros reyes, a nuestros
príncipes, a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti.
9Al Señor Dios nuestro, la piedad y el perdón, porque nos hemos rebelado contra él,
10y no hemos escuchado la voz de Yahveh nuestro Dios para seguir sus leyes, que él nos había dado por sus siervos los profetas.
11Todo Israel ha transgredido tu ley, ha desertado sin querer escuchar
tu voz, y sobre nosotros han caído la maldición y la imprecación
escritas en la ley de Moisés, siervo de Dios, porque hemos pecado
contra él.
12El ha cumplido las palabras que había pronunciado contra nosotros y
contra los príncipes que nos gobernaban: que haría venir sobre
nosotros una calamidad tan grande como no habría jamás bajo el cielo
otra mayor que la que alcanzara a Jerusalén.
13Según está escrito en la ley de Moisés, toda esta calamidad nos ha
sobrevenido, pero nosotros no hemos aplacado el rostro de Yahveh
nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestras iniquidades y aprendiendo a
conocer tu verdad.
14Yahveh ha estado atento a esta calamidad, la ha descargado sobre
nosotros. Porque es justo Yahveh nuestro Dios en todas las obras
que ha hecho, pero nosotros no hemos escuchado su voz.
15Y ahora, Señor Dios nuestro, que con mano fuerte sacaste a tu pueblo
del país de Egipto y te granjeaste con ello un nombre que dura hasta el
presente, nosotros hemos pecado, hemos sido malos.
16Señor, por todas tus justicias, retira tu cólera y tu furor de
Jerusalén, tu ciudad, monte santo tuyo; pues, a causa de nuestros
pecados y de las iniquidades de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo
son el escarnio de todos los que nos circundan.
17Y ahora, oh Dios nuestro, escucha la oración de tu siervo y sus
súplicas. Ilumine tu rostro tu santuario desolado, ¡por ti mismo, Señor!
18Inclina, Dios mío, tu oído y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras
ruinas y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre. No, no nos
apoyamos en nuestras obras justas para derramar ante ti nuestras
súplicas, sino en tus grandes misericordias.
19¡Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y obra! ¡No tardes
más, por ti mismo, Dios mío, pues tu nombre se invoca sobre tu ciudad y
sobre tu pueblo.»
20Todavía estaba yo hablando, haciendo mi oración, confesando mis
pecados y los pecados de mi pueblo Israel, y derramando mi
súplica ante Yahveh mi Dios, por el santo monte de mi Dios;
21aún estaba hablando en oración, cuando Gabriel, el personaje que yo
había visto en visión al principio, vino volando donde mí a la hora de
la oblación de la tarde.
22Vino y me habló. Dijo: «Daniel, he salido ahora para ilustrar tu inteligencia.
23Desde el comienzo de tu súplica, una palabra se emitió y yo he venido
a revelártela, porque tú eres el hombre de las predilecciones.
Comprende la palabra, entiende la visión:
24Setenta semanas están fijadas sobre tu pueblo y tu ciudad santa para
poner fin a la rebeldía, para sellar los pecados, para expiar la culpa,
para instaurar justicia eterna, para sellar visión y profecía, para
ungir el santo de los santos.
25«Entiende y comprende: Desde el instante en que salió la orden de
volver a construir Jerusalén, hasta un Príncipe Mesías, siete semanas y
sesenta y dos semanas, plaza y foso serán reconstruidos, pero en la
angustia de los tiempos.
26Y después de las sesenta y dos semanas un mesías será suprimido, y no
habrá para él...y destruirá la ciudad y el santuario el pueblo de un
príncipe que vendrá. Su fin será en un cataclismo y, hasta el final, la
guerra y los desastres decretados.
27El concertará con muchos una firme alianza una semana; y en media
semana hará cesar el sacrificio y la oblación, y en el ala del Templo
estará la abominación de la desolación, hasta que la
ruina decretada se derrame sobre el desolador.»
INICIO
Daniel 10
1El año tercero de Ciro, rey de Persia, una palabra fue revelada a
Daniel, por sobrenombre Beltsassar. Palabra verdadera: gran lucha. El
comprendió la palabra; le fue dada en visión su inteligencia.
2En aquel tiempo, yo, Daniel, hice penitencia durante tres semanas:
3no comí alimento sabroso; ni carne ni vino entraron en mi boca, ni me ungí, hasta el término de estas tres semanas.
4El día veinticuatro del primer mes, estando a orillas del río grande, el Tigris,
5levanté los ojos para ver. Vi esto: Un hombre vestido de lino, ceñidos los lomos de oro puro:
6su cuerpo era como de crisólito, su rostro, como el aspecto del
relámpago, sus ojos como antorchas de fuego, sus brazos y sus piernas
como el fulgor del bronce bruñido, y el son de sus
palabras como el ruido de una multitud.
7Sólo yo, Daniel, contemplé esta visión: los hombres que estaban
conmigo no veían la visión, pero un gran temblor les invadió y
huyeron a esconderse.
8Quedé yo solo contemplando esta gran visión; estaba sin fuerzas; se
demudó mi rostro, desfigurado, y quedé totalmente sin fuerzas.
9Oí el son de sus palabras y, al oírlo, caí desvanecido, rostro en tierra.
10En esto una mano me tocó, haciendo castañear mis rodillas y las palmas de mis manos.
11Y me dijo: «Daniel, hombre de las predilecciones, comprende las
palabras que voy a decirte, e incorpórate, porque yo he sido enviado
ahora donde ti.» Al decirme estas palabras me incorporé temblando.
12Luego me dijo: «No temas, Daniel, porque desde el primer día en que
tú intentaste de corazón comprender y te humillaste delante de tu Dios,
fueron oídas tus palabras, y precisamente debido a tus palabras he
venido yo.
13El Príncipe del reino de Persia me ha hecho resistencia durante
veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha
venido en mi ayuda. Le he dejado allí junto a los reyes de Persia
14y he venido a manifestarte lo que le ocurrirá a tu pueblo al fin de
los días. Porque hay todavía una visión para esos días.»
15Al decirme estas palabras, di con mi rostro en tierra y quedé en silencio;
16y he aquí que una figura de hijo de hombre me tocó los labios. Abrí
la boca para hablar y dije a aquel que estaba delante de mí:
«Señor mío, ante esta visión la angustia me invade y ya no tengo
fuerzas.
17Y ¿cómo este siervo de mi Señor podría hablar con mi Señor, cuando ahora las fuerzas me faltan y ni aliento me queda?»
18El que tenía aspecto de hombre me tocó de nuevo y me reanimó.
19Me dijo: «No temas, hombre de las predilecciones; la paz sea contigo,
cobra fuerza y ánimo.» Y, mientras me hablaba, me sentí reanimado y
dije: «Hable mi Señor, porque me has confortado.»
20Me dijo entonces: «¿Sabes por qué he venido donde ti? Y ahora volveré
a luchar con el Príncipe de Persia: cuando haya terminado, verás
que viene el Príncipe de Yaván.
21Pero voy a revelarte lo que está consignado en el Libro de la Verdad.
Nadie me presta ayuda para esto, excepto Miguel, vuestro Príncipe,
INICIO
Daniel 11
1mi apoyo para darme ayuda y sostenerme.
2Pero ahora voy a revelarte la verdad. «Mira: En Persia habrá todavía
tres reyes; el cuarto tendrá más riquezas que todos ellos, y cuando por
su riqueza se haya hecho poderoso provocará a todos los reinos de Yaván.
3Surgirá entonces un rey valeroso que dominará en un gran imperio y actuará a placer.
4En trance de engrandecerse, su reino será quebrantado y repartido a
los cuatros vientos del cielo, pero no entre su descendencia ni
con un dominio como el que él había ejercido, porque su reino será
extirpado y entregado a otros distintos de aquélla.
5«El rey del Mediodía se hará fuerte; uno de sus príncipes se hará más fuerte que él y tendrá un imperio mayor que el suyo.
6Algunos años después concertarán una alianza, y la hija del rey del
Mediodía vendrá donde el rey del Norte para realizar el convenio.
Pero no resistirá la fuerza de su brazo, ni subsistirá su descendencia:
será entregada, ella y las personas de su séquito, así como su hijo y
el que era su apoyo. En aquel tiempo,
7se alzará en su lugar un retoño de sus raíces, que vendrá contra el
ejército, entrará en la fortaleza del rey del Norte, y los
tratará como vencedor.
8Sus mismos dioses, sus estatuas y sus objetos preciosos de plata y oro
serán el botín que se llevará a Egipto, y durante algunos años se
mantendrá a distancia del rey del Norte.
9Este entrará en el reino del rey del Mediodía y luego regresará a su país.
10Sus hijos se prepararán para la guerra y reunirán una gran multitud
de tropas, y él vendrá, irrumpirá como un río, pasará y se levantará de
nuevo en guerra hasta su fortaleza.
11Entonces el rey del Mediodía, montando en cólera, saldrá a combatir
contra el rey del Norte, que movilizará una gran multitud; pero esta
multitud caerá en sus manos.
12La multitud quedará aniquilada; su corazón se exaltará entonces,
aplastará a miríadas de hombres, pero no durará su fuerza.
13El rey del Norte volverá a la carga después de movilizar una multitud
más numerosa que la primera, y al cabo de algunos años irrumpirá
con un gran ejército y abundante aparato.
14Por entonces se levantarán muchos contra el rey del Mediodía y los
violentos de entre los de tu pueblo se alzarán con ánimo de cumplir la
visión, pero fracasarán.
15Vendrá el rey del Norte, levantará trincheras y tomará una ciudad
fortificada. Los brazos del rey del Mediodía no resistirán; ni siquiera
lo mejor del pueblo tendrá fuerzas para resistir.
16Aquel que avanza contra él le tratará a su capricho, sin que haya
quien pueda resistirle: se establecerá en la Tierra del Esplendor,
llevando en sus manos la destrucción.
17Concebirá el proyecto de subyugar su reino entero; luego hará un
pacto con él dándole una hija de las mujeres con el fin de destruirle,
pero esto no se logrará ni resultará así.
18Entonces se volverá hacia las islas y tomará un buen número de ellas;
pero un magistrado pondrá fin a su ultraje sin que él pueda devolverle
el ultraje.
19«Luego se volverá hacia los baluartes de su país, pero tropezará, caerá y no se le encontrará más.
20En su lugar surgirá otro, que enviará un exactor contra el esplendor
real: en pocos días será destruido, mas no en público ni en guerra.
21«En su lugar se levantará un miserable, a quien no se le darán los
honores reales. Se insinuará astutamente y se apoderará del reino por
intrigas.
22Las fuerzas invasoras se hundirán ante él y serán destruidas, así como también el Príncipe de una alianza.
23Por medio de sus cómplices obrará con engaño y, aunque con poca gente, se irá haciendo fuerte.
24Invadirá a placer los lugares ricos de la provincia y hará lo que no
habían hecho ni sus padres ni los padres de sus padres: distribuirá
entre ellos botín, despojos y riquezas, y tramará maquinaciones contra
las fortalezas, aunque sólo por un tiempo.
25«Incitará su fuerza y su corazón contra el rey del Mediodía con un
gran ejército. El rey del Mediodía saldrá a la guerra con un ejército
muy grande y muy poderoso, pero no podrá resistir, pues se tramarán
contra él maquinaciones.
26Y los mismos que compartían sus manjares le destruirán; su ejército quedará hundido y caerán muchos muertos.
27«En cuanto a los dos reyes, su corazón lleno de maldad, incluso
sentados a la misma mesa, sólo se dirán mentiras; pero no lograrán
nada, porque el tiempo fijado está aún por venir.
28El volverá a su país con grandes riquezas, su corazón contra la Alianza santa; actuará y luego regresará a su país.
29Llegado el momento, volverá de nuevo hacia el Mediodía, pero esta vez no resultará como la primera.
30Vendrán contra él las naves de los Kittim, y se desanimará. Volverá
atrás y se encorajinará furiosamente contra la Alianza santa, y una vez
más tendrá en consideración a los que abandonen la Alianza santa.
31«De su parte surgirán fuerzas armadas, profanarán el santuario -
ciudadela, abolirán el sacrificio perpetuo y pondrán allí la
abominación de la desolación.
32A los violadores de la Alianza los corromperá con halagos, pero el
pueblo de los que conocen a su Dios se mantendrá firme y actuará.
33Los doctos del pueblo instruirán a la multitud; mas sucumbirán bajo
la espada y la llama, la cautividad y la expoliación, durante algún
tiempo.
34Cuando sucumban, recibirán poca ayuda; y muchos se unirán a ellos traidoramente.
35Entre los doctos sucumbirán algunos, para que entre ellos haya
quienes sean purgados, lavados y blanqueados, hasta el tiempo del Fin,
porque el tiempo fijado está aún por venir.
36«El rey actuará a placer; se engreirá y se exaltará por encima de
todos los dioses, y contra el Dios de los dioses proferirá cosas
inauditas; prosperará hasta que se haya colmado la Ira, - porque lo que
está decidido se cumplirá.
37No hará caso de los dioses de sus padres, no se cuidará del favorito
de las mujeres ni de ningún otro dios; sólo a sí mismo se exaltará por
encima de todos.
38En su lugar venerará al dios de las fortalezas; venerará con oro y
plata, piedras preciosas y joyas, a un dios a quien sus padres no
conocieron.
39Pondrá como defensores de las fortalezas al pueblo de un dios
extranjero; a los que le reconozcan, les colmará de honores dándoles
dominio sobre muchos y repartiéndoles la tierra como recompensa.
40«Al tiempo del Fin, el rey del Mediodía se enfrentará a él; el rey
del Norte irrumpirá contra aquél con carros, jinetes y numerosas naves.
Entrará en sus tierras, las invadirá y atravesará.
41Vendrá a la Tierra del Esplendor, donde caerán muchos, pero de sus
manos escaparán los siguientes: Edom, Moab y los restos de los
ammonitas.
42«Extenderá su mano sobre los países: ni el país de Egipto escapará.
43Se apoderará de los tesoros de oro y plata y de todos los objetos preciosos de Egipto. Libios y kusitas le seguirán.
44Pero noticias venidas del Oriente y del Norte le turbarán; saldrá
entonces con gran furor, con ánimo de destruir y exterminar a muchos.
45Plantará sus tiendas reales entre el mar y el santo monte de la
Tierra del Esplendor. Entonces llegará a su fin y nadie vendrá en su
ayuda.
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Daniel 12
1«En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que defiende a los
hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no
habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En
aquel tiempo se salvará tu pueblo: todos los que se encuentren
inscritos en el Libro.
2Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán,
unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno.
3Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que
enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la
eternidad.
4«Y tú, Daniel, guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta
el tiempo del Fin. Muchos andarán errantes acá y allá, y la
iniquidad aumentará.»
5Yo, Daniel, miré y vi a otros dos que estaban de pie a una y otra parte del río.
6Uno de ellos dijo al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas
del río: «¿Cuándo será el cumplimiento de estas maravillas?»
7Y oí al hombre vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río,
jurar, levantando al cielo la mano derecha y la izquierda, por Aquel
que vive eternamente: «Un tiempo, tiempos y medio tiempo, y todas estas
cosas se cumplirán cuando termine el quebrantamiento de la fuerza del
Pueblo santo.»
8Yo oí, pero no comprendí. Luego dije: «Señor mío, ¿cuál será la última de estas cosas?»
9Dijo: «Anda, Daniel, porque estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del Fin.
10Muchos serán lavados, blanqueados y purgados; los impíos seguirán
haciendo el mal; ningún impío comprenderá nada; sólo los doctos
comprenderán.
11Contando desde el momento en que sea abolido el sacrificio perpetuo e
instalada la abominación de la desolación: mil doscientos noventa días.
12Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días.
13Y tú, vete a descansar; te levantarás para recibir tu suerte al Fin de los días.»
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Daniel 13
1Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín.
2Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que era muy bella y temerosa de Dios;
3sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés.
4Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los judíos
solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos.
5Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos entre
el pueblo, de aquellos de quienes dijo el Señor: «La iniquidad
salió en Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del
pueblo.»
6Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún litigio se dirigían a ellos.
7Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana entraba a pasear por el jardín de su marido.
8Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días, empezaron a desearla.
9Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus justos juicios.
10Estaban, pues, los dos apasionados por ella, pero no se descubrían mutuamente su tormento,
11por vergüenza de confesarse el deseo que tenían de unirse a ella,
12y trataban afanosamente de verla todos los días.
13Un día, después de decirse el uno al otro: «Vamos a casa, que es hora de comer», salieron y se fueron cada uno por su lado.
14Pero ambos volvieron sobre sus pasos y se encontraron de nuevo en el
mismo sitio. Preguntándose entonces mutuamente el motivo, se
confesaron su pasión y acordaron buscar el momento en que pudieran
sorprender a Susana a solas.
15Mientras estaban esperando la ocasión favorable, un día entró Susana
en el jardín como los días precedentes, acompañada solamente de dos
jóvenes doncellas, y como hacía calor quiso bañarse en el jardín.
16No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos, estaban al acecho.
17Dijo ella a las doncellas: «Traedme aceite y perfume, y cerrad las puertas del jardín, para que pueda bañarme.»
18Ellas obedecieron, cerraron las puertas del jardín y salieron por la
puerta lateral para traer lo que Susana había pedido; no sabían que los
ancianos estaban escondidos.
19En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron, fueron corriendo donde ella,
20y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve.
Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros.
21Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un joven y que por eso habías despachado a tus doncellas.»
22Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si hago
esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros.
23Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho que pecar delante del Señor.»
24Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos gritaron también contra ella,
25y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.
26Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por la puerta lateral para ver qué ocurría,
27y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron
muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de
Susana.
28A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín,
su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos
inicuos contra Susana para hacerla morir.
29Y dijeron en presencia del pueblo: «Mandad a buscar a Susana, hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.» Mandaron a buscarla,
30y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de todos sus parientes.
31Susana era muy delicada y de hermoso aspecto.
32Tenía puesto el velo, pero aquellos miserables ordenaron que se le quitase el velo para saciarse de su belleza.
33Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían.
34Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus manos sobre su cabeza.
35Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía puesta su confianza en Dios.
36Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos por el
jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y luego
despachó a las doncellas.
37Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se acostó con ella.
38Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta iniquidad, fuimos corriendo donde ellos.
39Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó.
40Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven.
41No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La
asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la
condenaron a muerte.
42Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que suceda,
43tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y ahora
voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra
mí.»
44El Señor escuchó su voz
45y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel,
46que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta mujer!»
47Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que has dicho?»
48El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de
Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una
hija de Israel?
49¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han levantado contra ella!»
50Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a
Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya
que Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.»
51Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les interrogaré.»
52Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido
en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu
vida pasada,
53dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y
absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: "No
matarás al inocente y al justo."
54Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.» Respondió él: «Bajo una acacia.»
55«En verdad - dijo Daniel - contra tu propia cabeza has mentido, pues
ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte
por el medio.»
56Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que
no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido tu
corazón!
57Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se
entregaban a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar
vuestra iniquidad.
58Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?» El respondió: «Bajo una encina.»
59En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia
cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para
partirte por el medio, a fin de acabar con vosotros.»
60Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él.
61Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio
62y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que
ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y
aquel día se salvó una sangre inocente.
63Jilquías y su mujer dieron gracias a Dios por su hija Susana, así
como Joaquín su marido y todos sus parientes, por el hecho de que nada
indigno se había encontrado en ella.
64Y desde aquel día en adelante Daniel fue grande a los ojos del pueblo.
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Daniel 14
1El rey Astiages fue a reunirse con sus padres, y le sucedió Ciro el Persa.
2Daniel era comensal del rey y más honrado que ningún otro de sus amigos.
3Tenían los babilonios un ídolo, llamado Bel, con el que se gastaban
cada día doce artabas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis
medidas de vino.
4El rey también le veneraba y todos los días iba a adorarle. Daniel, en cambio, adoraba a su Dios.
5El rey le dijo: «¿Por qué no adoras a Bel?» El respondió: «Porque yo
no venero a ídolos hechos por mano humana, sino solamente al Dios vivo
que hizo el cielo y la tierra y que tiene poder sobre toda carne.»
6Díjole el rey: ¿Crees que Bel no es un dios vivo? ¿No ves todo lo que come y bebe a diario?»
7Daniel se echó a reír: «Oh rey, no te engañes - dijo -, por dentro es
de arcilla y por fuera de bronce, y eso no ha comido ni bebido jamás.»
8Entonces el rey, montando en cólera, mandó llamar a sus sacerdotes y
les dijo: «Si no me decís quién es el que come este dispendio,
moriréis; pero si demostráis que el que lo come es Bel, morirá Daniel
por haber blasfemado contra Bel.»
9Daniel dijo al rey: «¡Hágase según tu palabra!» Eran setenta los sacerdotes de Bel, sin contar las mujeres y los hijos.
10El rey se dirigió, pues, con Daniel al templo de Bel,
11y los sacerdotes de Bel le dijeron: «Mira, nosotros vamos a salir de
aquí; tú, oh rey, manda poner la comida y el vino mezclado; luego
cierra la puerta y séllada con tu anillo; si mañana por la mañana,
cuando vuelvas, no encuentras que Bel se lo ha comido todo,
moriremos nosotros; en caso contrario, morirá Daniel que nos ha
calumniado.»
12Estaban ellos tranquilos, porque se habían hecho una entrada secreta
debajo de la mesa y por allí entraban normalmente a llevarse las
ofrendas.
13En cuanto salieron y el rey depositó la comida ante Bel,
14Daniel mandó a sus criados que trajeran ceniza y la esparcieran por
todo el suelo del templo, sin más testigo que el rey. Luego
salieron, cerraron la puerta, la sellaron con el anillo real, y se
fueron.
15Los sacerdotes vinieron por la noche, como de costumbre, con sus mujeres y sus hijos, y se lo comieron y bebieron todo.
16El rey se levantó muy temprano y Daniel con él.
17El rey le preguntó: «Daniel, ¿están intactos los sellos?» - «Intactos, oh rey», respondió él.
18Nada más abierta la puerta, el rey echó una mirada a la mesa y gritó
en alta voz: «¡Grande eres, Bel, y no hay en ti engaño alguno!»
19Daniel se echó a reír y, deteniendo al rey para que no entrara más
adentro, le dijo: «Mira, mira al suelo, y repara de quién son esas
huellas.»
20- «Veo huellas de hombres, de mujeres y de niños», dijo el rey;
21y, montando en cólera, mandó detener a los sacerdotes con sus mujeres
y sus hijos. Ellos le mostraron entonces la puerta secreta por la que
entraban a consumir lo que había sobre la mesa.
22Y el rey mandó matarlos y entregó a Bel en manos de Daniel, el cual lo destruyó, así como su templo.
23Habían también una gran serpiente a la que los babilonios veneraban.
24El rey dijo a Daniel: «¿Vas a decir también que ésta es de bronce?
Mira, está viva y come y bebe: no puedes decir que no es un dios vivo;
así que adórale.»
25Daniel respondió: «Yo adoro sólo al Señor mi Dios; él es el Dios
vivo. Mas tú, oh rey, dame permiso y yo mataré a esta serpiente sin
espada ni estaca.»
26Dijo el rey: «Te lo doy.»
27Daniel tomó entonces pez, grasa y pelos, lo coció todo junto e hizo
con ello unas bolitas que echó en las fauces de la serpiente; la
serpiente las tragó y reventó. Y dijo Daniel: «¡Mirad qué es lo que
veneráis!»
28Al enterarse los babilonios, se enfurecieron mucho; se amotinaron
contra el rey y dijeron: «El rey se ha hecho judío: ha destruido
a Bel, ha matado a la serpiente, y a los sacerdotes los ha asesinado.»
29Fueron, pues, a decir al rey: «Entréganos a Daniel; si no, te mataremos a ti y a toda tu casa.»
30Ante esta gran violencia, el rey se vio obligado a entregarles a Daniel.
31Ellos le echaron en el foso de los leones, donde estuvo seis días.
32Había en el foso siete leones a los que se les daba diariamente dos
cadáveres y dos carneros; entonces no se les dio nada, para que
devoraran a Daniel.
33Estaba a la sazón en Judea el profeta Habacuc: acababa de preparar un
cocido y de desmenuzar pan en un plato, y se dirigía al campo a
llevárselo a los segadores.
34El ángel del Señor dijo a Habacuc: «Lleva esa comida que tienes a
Babilonia, a Daniel que está en el foso de los leones.»
35«Señor - dijo Habacuc - no he visto jamás Babilonia ni conozco ese foso.»
36Entonces el ángel del Señor le agarró por la cabeza y, llevándole por
los cabellos, le puso en Babilonia, encima del foso, con la rapidez de
su soplo.
37Habacuc gritó: «Daniel, Daniel, toma la comida que el Señor te ha enviado.»
38Y dijo Daniel; «Te has acordado de mí, Dios mío, y no has abandonado a los que te aman.»
39Y Daniel se levantó y se puso a comer, mientras el ángel de Dios volvía a llevar al instante a Habacuc a su lugar.
40El día séptimo, vino el rey a llorar a Daniel; se acercó al foso, miró, y he aquí que Daniel estaba allí sentado.
41Entonces exclamó: «Grande eres, Señor, Dios de Daniel, y no hay otro Dios fuera de ti.»
42Luego mandó sacarle y echar allá a aquellos que habían querido
perderle, los cuales fueron al instante devorados en su presencia.
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