PARROQUIA DE SANTIAGO APÓSTOL
LORCA
JUDIT
CAPITULOS
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Judit 1
1El año doce del reinado de Nabucodonosor, que reinó sobre los asirios
en la gran ciudad de Nínive, Arfaxad, que reinaba en aquel tiempo sobre
los medos, en Ecbátana,
2rodeó esta ciudad con un muro de piedras de sillería que tenían tres
codos de anchura y seis codos de longitud, dando al muro una altura de
setenta codos y una anchura de cincuenta.
3Alzó torres de cien codos junto a las puertas, siendo la anchura de
sus cimientos sesenta codos.
4Las puertas se elevaban a setenta codos de altura, con una anchura de
cuarenta codos, para permitir la salida de sus fuerzas y el desfile
ordenado de la infantería.
5Por aquellos días, el rey Nabucodonosor libró batallas contra el rey
Arfaxad, en la gran llanura que está en el territorio de Ragáu.
6Se le unieron todos los habitantes de las montañas, todos los
habitantes de Eufrates, del Tigris y del Hidaspes y los de la
llanura de Arioj, rey de Elam. Se congregaron, pues, muchos pueblos,
para combatir a los hijos de Jeleúd.
7Envió, además, Nabucodonosor, rey de Asiria, mensajeros a todos los
habitantes de Persia, y a todos los habitantes de Occidente: a los de
Cilicia, Damasco, el Líbano y el Antilíbano, y a todos los que viven en
el litoral,
8a todos los pueblos del Carmelo y Galaad, de la Galilea superior y de
la gran llanura de Esdrelón,
9a todos los de Samaría y sus ciudades, y a los del otro lado del
Jordán, hasta Jerusalén, Batanea, Jelús, Cadés, el río de Egipto,
Tafnes, Remeses y toda la tierra de Gósem,
10y hasta más arriba de Tanis y Menfis, a todos los habitantes de
Egipto, hasta los confines de Etiopía.
11Pero los moradores de toda aquella tierra despreciaron el mensaje de
Nabucodonosor, rey de los asirios, y no quisieron ir con él a la
guerra, pues no le temían, sino que le consideraban un hombre sin
apoyo. Así que despidieron a los mensajeros de vacío y afrentados.
12Nabucodonosor experimentó una gran cólera contra toda aquella tierra
y juró por su trono y por su reino que tomaría venganza y pasaría a
cuchillo todo el territorio de Cilicia, Damasco y Siria, y a todos los
habitantes de Moab, a los ammonitas, a toda la Judea y a todos
los de Egipto, hasta los confines de los dos mares.
13El año diecisiete libró batalla con su ejército contra el rey
Arfaxad; le derrotó en el combate, poniendo en fuga a todas las
fuerzas de Arfaxad, a toda su caballería y a todos sus carros;
14se apoderó de sus ciudades, llegó hasta Ecbátana, ocupó sus torres,
devastó sus calles y convirtió en afrenta su hermosura.
15Alcanzó a Arfaxad en las montañas de Ragáu, lo atravesó con sus
lanzas y le destruyó para siempre.
16Luego regresó con sus soldados y con una inmensa multitud de gente
armada que se les había agregado. Y se quedó allí con su ejército,
viviendo en la molicie, durante 120 días.
INICIO
Judit 2
1El año dieciocho, el día veintidós del primer mes, se celebró consejo
en el palacio de Nabucodonosor, rey de Asiria, en orden a la venganza
que había de tomarse a toda aquella tierra, tal como lo había anunciado.
2Convocó a todos sus ministros y a todos sus magnates y expuso ante
ellos su secreto designio, decidiendo con su propia boca la total
desgracia de aquella tierra.
3Y ellos sentenciaron que debía ser destruida toda carne que no había
escuchado las palabras de su boca.
4Acabado el consejo, Nabucodonosor, rey de Asiria, llamó a Holofernes,
jefe supremo del ejército y segundo suyo, y le dijo:
5«Así dice el gran rey, señor de toda la tierra: Parte de junto a mí.
Toma contigo hombres de valor probado, unos 120.000 infantes y una gran
cantidad de caballos, con 12.000 jinetes;
6marcha contra toda la tierra de occidente, pues no escucharon las
palabras de mi boca.
7Ordénales que pongan a tu disposición tierra y agua, porque partiré
airado contra ellos y cubriré toda la superficie de la tierra con los
pies de mis soldados, a los que entregaré el país como botín.
8Sus heridos llenarán sus barrancos; sus ríos y torrentes, repletos
todos de cadáveres, se desbordarán;
9y los deportaré hasta los confines de la tierra.
10Parte, pues, y comienza por apoderarte de su territorio. Si se rinden
a ti, resérvamelos para el día de su vergüenza.
11Pero que no perdone tu ojo a los rebeldes. Entrégalos a la muerte y
al saqueo en todo el país conquistado.
12Porque, por mi vida y por el poderío de mi reino, como lo he dicho,
lo cumpliré por mi propia mano.
13Por tu parte, no traspases ni una sola de las órdenes de tu señor;
las cumplirás estrictamente, sin tardanza, tal como te lo he mandado.»
14En saliendo Holofernes de la presencia de su señor, convocó a todos
los príncipes, jefes y capitanes del ejército asirio,
15y eligió a los hombres más selectos para la guerra, como lo había
ordenado su señor: unos 120.000 hombres, más 12.000 arqueros a caballo,
16y los puso en orden de combate, como se ordena una multitud para la
batalla.
17Tomó una gran cantidad de camellos, asnos y mulas para el bagage e
incontable número de ovejas, bueyes y cabras para el avituallamiento;
18provisiones abundantes para cada hombre y muchísimo oro y plata de la
casa real.
19Se puso luego Holofernes en camino con todo su ejército para preceder
al rey Nabucodonosor y para cubrir toda la superficie de la
tierra de occidente con sus carros, sus caballos y sus mejores infantes.
20Se les agregó una multitud tan numerosa como la langosta y como la
arena de la tierra, que les seguía en tan gran número que no se podía
calcular.
21Se alejaron de Nínive tres jornadas de camino hasta la llanura de
Bektilez, y acamparon junto a Bektilez, cerca del monte que está
a la izquierda de la Cilicia superior.
22Tomó todo su ejército, infantes, jinetes y carros, y partió de allí
hacia la montaña.
23Desbarató a Put y Lud, devastó a todos los hijos de Rassis y a los
hijos de Ismael que están al borde del desierto, al sur de Jeleón,
24atravesó el Eufrates, recorrió Mesopotamia, arrasó todas las ciudades
altas que dominan el torrente Abroná y llegó hasta el mar.
25Se apoderó del territorio de Cilicia y, derrotando a cuantos se le
oponían, alcanzó la frontera de Jafet por el sur, frente a Arabia.
26Cercó a todos los madianitas, incendió sus tiendas y saqueó sus
aduares;
27descendió hacia la llanura de Damasco, al tiempo de la siega del
trigo, incendió todos sus cultivos, exterminó sus rebaños de
ovejas y bueyes, saqueó sus ciudades, devastó sus campos y pasó a
cuchillo a todos sus jóvenes.
28Temor y espanto de él cayó sobre todos los habitantes del litoral.
Los de Sidón y Tiro, los habitantes de Sur y Okina, los de Yamnia,
Azoto y Ascalón temblaron ante él.
INICIO
Judit 3
1Entonces le enviaron mensajeros para decirle en son de paz:
2«Nosotros, siervos del gran rey Nabucodonosor, nos postramos ante ti.
Trátanos como mejor te parezca.
3Nuestras granjas y todo nuestro territorio, nuestros campos de trigo,
los rebaños de ovejas y bueyes, todas las majadas de nuestros
campamentos, están a tu disposición. Haz con ellos lo que quieras.
4También nuestras ciudades y los que las habitan son siervos tuyos.
Ven, dirígete a ellas y haz lo que te parezca bien.»
5Los enviados se presentaron ante Holofernes y le comunicaron estas
palabras.
6Entonces él bajó con todo su ejército al litoral, puso guarniciones en
las ciudades altas, y les tomó los mejores hombres en calidad de tropas
auxiliares.
7Los habitantes de las ciudades y todos los de los contornos salieron a
recibirle con coronas y danzando al son de tambores.
8El saqueó sus santuarios y taló sus bosques sagrados, pues había
recibido la orden de destruir todas las divinidades del país para que
todas las gentes adorasen únicamente a Nabucodonosor y todas las
lenguas y todas las tribus le proclamasen dios.
9Llegó después frente a Esdrelón, junto a Dotán, que está ante la gran
sierra montañosa de Judea,
10acamparon entre Gueba y Escitópolis y se detuvo allí un mes, haciendo
acopio de provisiones para su ejército.
INICIO
Judit 4
1Los israelitas que habitaban en Judea oyeron todo cuanto Holofernes,
jefe supremo del ejército de Nabucodonosor, rey de Asiria, había hecho
con todas las naciones: cómo había saqueado sus templos y los había
destruido,
2y tuvieron gran miedo ante él, temblando por la suerte de Jerusalén y
por el Templo del Señor su Dios,
3pues hacía poco que habían vuelto del destierro y apenas si acababa de
reunirse el pueblo de Judea y de ser consagrados el mobiliario, el
altar y el Templo profanados.
4Pusieron, pues, sobre aviso a toda la región de Samaría, a Koná, Bet
Jorón, Belmáin, Jericó, y también Joba, Esorá y el valle de Salem,
5y ocuparon con tiempo todas las alturas de las montañas más elevadas,
fortificaron los poblados que había en ellas e hicieron provisiones con
vistas a la guerra, pues tenían reciente la cosecha de los campos.
6El sumo sacerdote Yoyaquim, que estaba entonces en Jerusalén, escribió
a los habitantes de Betulia y Betomestáin, que está frente a Esdrelón,
a la entrada de la llanura cercana a Dotán,
7ordenándoles que tomaran posiciones en las subidas de la montaña que
dan acceso a Judea, pues era fácil detener allí a los atacantes
por la angostura del paso que sólo permite avanzar dos hombres de
frente.
8Los israelitas cumplieron la orden del sumo sacerdote Yoyaquim y del
Consejo de Ancianos de todo el pueblo de Israel que se encontraba en
Jerusalén.
9Todos los hombres de Israel clamaron a Dios con gran fervor, y con
gran fervor se humillaron;
10y ellos, sus mujeres, sus hijos y sus ganados, los forasteros
residentes, los jornaleros y los esclavos, se ciñeron de sayal.
11Todos los hombres, mujeres y niños de Israel que habitaban en
Jerusalén se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas
y extendieron las manos ante el Señor.
12Cubrieron el altar de saco y clamaron insistentemente, todos a una,
al Dios de Israel, para que no entregase sus hijos al saqueo, sus
mujeres al pillaje, las ciudades de su herencia a la destrucción y las
cosas santas a la profanación y al ludibrio, para mofa de los gentiles.
13El Señor oyó su voz y vio su angustia. El pueblo ayunó largos días en
toda Judea y en Jerusalén, ante el santuario del Señor Omnipotente.
14El sumo sacerdote Yoyaquim y todos los que estaban delante del Señor,
sacerdotes y ministros del Señor, ceñidos de sayal, ofrecían el
holocausto perpetuo, las oraciones y las ofrendas voluntarias del
pueblo,
15y con la tiara cubierta de ceniza clamaban al Señor con todas sus
fuerzas para que velara benignamente por toda la casa de Israel.
INICIO
Judit 5
1Se dio aviso a Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, de que
los israelitas se habían preparado para la guerra, que habían cerrado
los pasos de las montañas, fortificado todas las alturas de los montes
elevados y puesto obstáculos en las llanuras.
2Esto le irritó sobremanera, y mandó llamar a todos los jefes de Moab,
a los generales de Ammón y a todos los sátrapas del litoral,
3les dijo: «Hijos de Canaán, hacedme saber quién es este pueblo
establecido en la montaña, qué ciudades habita, cuál es la
importancia de su ejército y en qué estriba su poder y su fuerza, qué
rey está a su frente y manda a sus soldados,
4y por qué, a diferencia de todos los demás pueblos de occidente, han
desdeñado salir a recibirme.»
5Entonces Ajior, general de todos los ammonitas, le dijo: «Escuche mi
señor las palabras de la boca de tu siervo y te diré la verdad sobre
este pueblo que habita esta montaña junto a la que te encuentras. No
saldrá mentira de la boca de tu siervo.
6Este pueblo desciende de los caldeos.
7Al principio se fueron a residir a Mesopotamia, porque no quisieron
seguir a los dioses de sus padres, que vivían en Caldea.
8Se apartaron del camino de sus padres y adoraron al Dios del Cielo, al
Dios que habían reconocido. Por eso les arrojaron de la presencia
de sus dioses y ellos se refugiaron en Mesopotamia, donde residieron
por mucho tiempo.
9Su Dios les ordenó salir de su casa y marchar a la tierra de Canaán;
se establecieron en ella y fueron colmados de oro, de plata y de
gran cantidad de ganado.
10Bajaron después a Egipto, porque el hambre se extendió sobre la
superficie de la tierra de Canaán, y permanecieron allí mientras
tuvieron alimentos. Allí se hicieron muy numerosos, de modo que no se
podía contar a los de su raza.
11Pero el rey de Egipto se alzó contra ellos y los engañó con el
trabajo de los ladrillos, los humilló y los redujo a esclavitud.
12Clamaron a su Dios, que castigó la tierra de Egipto con plagas
incurables. Los egipcios, entonces, los arrojaron lejos de sí.
13Dios secó a su paso el mar Rojo,
14y los condujo por el camino del Sinaí y Cadés Barnea. Arrojaron a
todos los moradores del desierto,
15se establecieron en el país de los amorreos y aniquilaron por la
fuerza a todos los jesbonitas. Pasaron el Jordán y se apoderaron de
toda la montaña,
16expulsaron ante ellos al cananeo, al perizita, al jebuseo, a los
siquemitas y a todos los guirgasitas, y habitaron allí por mucho tiempo.
17Mientras no pecaron contra su Dios vivieron en prosperidad, porque
está en medio de ellos un Dios que odia la iniquidad.
18Pero cuando se apartaron del camino que les había impuesto, fueron
duramente aniquilados por múltiples guerras, y deportados a tierra
extraña; el Templo de su Dios fue arrasado y sus ciudades cayeron en
poder de sus adversarios.
19Pero ahora, habiéndose convertido a su Dios, han vuelto de los
diversos lugares en que habían sido dispersados, han tomado posesión de
Jerusalén, donde se encuentra su santuario, y se han estabecido en la
montaña que había quedado desierta.
20Así pues, dueño y señor, si hay algún extravío en este pueblo, si han
pecado contra su Dios, y vemos que hay en ellos alguna causa de ruina,
subamos y ataquémoslos.
21Pero si no hay iniquidad en esa gente, que mi señor se detenga, no
sea que su Dios y Señor les proteja con su escudo y nos hagamos
nosotros la irrisión de toda la tierra.»
22En acabando de decir Ajior todas estas palabras, se alzó un murmullo
entre toda la gente que estaba en torno de la tienda, y los magnates de
Holofernes y los habitantes de la costa y de Moab hablaron de
despedazarle.
23«¡No tememos a los israelitas! No son gente que tenga fuerza ni vigor
para un encuentro violento.
24¡Subamos y serán un bocado para todo tu ejército, señor, Holofernes!»
INICIO
Judit 6
1Calmado el tumulto provocado por los hombres que estaban en torno al
Consejo. Holofernes, jefe supremo del ejército de Asiria, dijo a Ajior
delante de todos los pueblos extranjeros y de los moabitas:
2«¿Quién eres tú, Ajior, y quiénes los mercenarios de Ammón, que te
permites hoy lanzar profecías entre nosotros y nos aconsejas que no
luchemos contra esta ralea de Israel, porque su Dios los cubrirá con su
escudo? ¿Qué otro dios hay fuera de Nabucodonosor? Este enviará su
fuerza y los aniquilará de sobre la faz de la tierra, sin que su Dios
pueda librarlos.
3Nosotros, sus siervos, los batiremos como si fueran sólo un hombre,
4y no podrán resistir el empuje de nuestros caballos. Los pasaremos a
fuego sin distinción. Sus montes se embriagarán de su sangre y sus
llanuras se colmarán con sus cadáveres. No podrán mantenerse a pie
firme ante nosotros y serán totalmente destruidos, dice el rey
Nabucodonosor, Señor de toda la tierra. Porque lo ha dicho y no
quedarán sin cumplimiento sus palabras.
5Cuanto a ti, Ajior, mercenario ammonita, que has dicho estas palabras
el día de tu iniquidad, a partir de ahora no verás ya mi rostro
hasta el día en que tome venganza de esa ralea venida de Egipto.
6Entonces, el hierro de mis soldados y la lanza de mis servidores te
atravesará los costados y caerás junto a sus heridos, cuando yo
me revuelva contra ellos.
7Mis servidores te van a llevar a la montaña y te van a dejar en una de
las ciudades que están en las subidas.
8No perecerás sino cuando seas aniquilado justo con ellos.
9Y no muestres un rostro tan abatido ya que en tu corazón esperas que
no serán conquistados. Así lo digo y no dejará de cumplirse ni una sola
de mis palabras.»
10Holofernes ordenó a los servidores que estaban al servicio de su
tienda que tomasen a Ajior, lo llevasen a Betulia y lo entregasen en
manos de los israelitas.
11Los servidores le agarraron y le condujeron fuera del campamento, a
la llanura; y de la llanura abierta pasaron a la región montañosa,
alcanzando las fuentes que había al pie de Betulia.
12Cuando los hombres de la ciudad los divisaron desde la cumbre del
monte, corrieron a las armas y salieron fuera de la ciudad, a la
cumbre del monte, mientras los honderos dominaban la subida y
disparaban sus piedras contra ellos.
13Entonces los asirios se deslizaron al pie del monte, ataron a Ajior,
lo dejaron tendido en la falda y se volvieron donde su señor.
14Los israelitas bajaron de su ciudad, se acercaron y desatándole le
llevaron a Betulia y le presentaron a los jefes de la ciudad,
15que en aquel tiempo eran Ozías, hijo de Miqueas, de la tribu de
Simeón, Jabrís, hijo de Gotoniel, y Jarmís, hijo de Melkiel.
16Estos mandaron convocar a todos los ancianos de la ciudad. Se unieron
también a la asamblea todos lo jóvenes y las mujeres; pusieron a Ajior
en medio de todo el pueblo y Ozías le interrogó acerca de los sucedido.
17Ajior respondió narrándoles las deliberaciones habidas en el Consejo
de Holofernes, todas las cosas que él mismo había dicho delante de
todos los jefes de los asirios y las bravatas que Holofernes había
proferido contra la casa de Israel.
18Entonces el pueblo se postró, adoró a Dios y clamó:
19«Señor, Dios del cielo, mira su soberbia, compadécete de la
humillación de nuestra raza y mira con piedad el rostro de los que te
están consagrados».
20Después dieron ánimos a Ajior y le felicitaron calurosamente,
21y a la salida de la asamblea, Ozías le condujo a su propia casa y
ofreció un banquete a los ancianos. Y estuvieron invocando la ayuda del
Dios de Israel durante toda la noche.
INICIO
Judit 7
1Al día siguiente ordenó Holofernes a todo su ejército y a todos los
pueblos que iban como tropas auxiliares mover el campo contra Betulia,
ocupar los accesos de la montaña y comenzar las hostilidades contra los
israelitas.
2El mismo día levantaron el campo todos los hombres de su ejército; el
número de sus guerreros era de 120.000 infantes y 12.000 jinetes, sin
contar los encargados del bagaje y la gran cantidad de hombres que iban
a pie con ellos.
3Acamparon en el valle que hay cerca de Betulia, junto a la fuente, y
se desplegaron en profundidad desde Dotán hasta Belbáin, y en longitud
desde Betulia hasta Kiamón, que está frente a Esdrelón.
4Cuando los israelitas vieron su muchedumbre, quedaron sobrecogidos y
se dijeron unos a otros: «Estos ahora van a arrasar toda la tierra y ni
los montes más altos ni los barrancos ni las colinas podrán soportar su
peso.»
5Tomó cada cual su equipo de guerra, encendieron hogueras en las torres
y permanecieron sobre las armas toda aquella noche.
6Al segundo día, Holofernes hizo desfilar toda su caballería ante los
israelitas que había en Betulia.
7Inspeccionó todas las subidas de la ciudad, reconoció las fuentes y
las ocupó, dejando en ellas guarniciones de soldados; y él se volvió
donde su ejército.
8Se acercaron entonces a él los príncipes de los hijos de Esaú, todos
los jefes de los moabitas y los generales del litoral, y le dijeron:
9«Que nuestro señor escuche una palabra y no habrá ni un solo herido en
tu ejército.
10Este pueblo de los israelitas no confía tanto en sus lanzas como en
las alturas de los montes en que habitan. De hecho no es fácil escalar
la cumbre de estos montes.
11«Por eso, señor, no pelees contra ellos en el orden de batalla
acostumbrado, para que no caiga ni un solo hombre de los tuyos.
12Quédate en el campamento y conserva todos los hombres de tu ejército.
Que tus siervos se apoderen de la fuente que brota en la falda de
la montaña,
13porque de ella se abastecen todos los habitantes de Betulia. La sed
los destruirá y tendrán que entregarte la ciudad. Nosotros y nuestro
pueblo ocuparemos las alturas de los montes cercanos y acamparemos en
ellas, vigilando para que no salga de la ciudad ni un solo hombre.
14Ellos, sus mujeres y sus hijos, serán consumidos por el hambre y, aun
antes de que la espada les alcance, caerán tendidos por las plazas de
su ciudad.
15Entonces les impondrás un duro castigo por haberse rebelado y no
haber salido a tu encuentro en son de paz.»
16Parecieron bien estos consejos a Holofernes y a todos sus oficiales,
y ordenó que se ejecutara lo que proponían.
17Se puso en marcha el ejército moabita, reforzado por 5.000 asirios,
acamparon en el valle y se apoderaron de los depósitos de agua y
de las fuentes de los israelitas.
18Los edomitas y ammonitas, por su parte, acamparon en el monte, frente
a Dotán, y enviaron destacamentos hacia el sur y el este, frente a
Egrebel, que está al lado de Jus, sobre el torrente Mojmur. El resto
del ejército asirio quedó acampado en la llanura y cubría toda la
superficie del suelo. Sus tiendas y bagajes formaban un campamento
inmenso, porque eran una enorme muchedumbre.
19Clamaron los israelitas al Señor su Dios, pues su ánimo empezaba a
flaquear, viendo que el enemigo les había cercado y cortado toda
retirada.
20 34 días estuvieron cercados por todo el ejército asirio, infantes,
carros y jinetes. A todos las habitantes de Betulia se les acabaron las
reservas de agua;
21las cisternas se agotaron; ni un solo día podían beber a
satisfacción, porque se les daba el agua racionada.
22Los niños aparecían abatidos, las mujeres y los adolescentes
desfallecían de sed y caían en las plazas y a las salidas de las
puertas de la ciudad, faltos de fuerzas.
23Todo el pueblo, los adolescentes, las mujeres y los niños, se
reunieron en torno a Ozías y a los jefes de la ciudad y clamaron a
grandes voces, diciendo delante de los ancianos:
24«Juzgue Dios entre nosotros y vosotros, pues habéis cometido una gran
injusticia contra nosotros, por no haber hecho tentativas de paz
con los asirios.
25Y ahora no hay nadie que pueda valernos. Dios nos ha vendido en sus
manos, para sucumbir ante ellos de sed y destrucción total.
26Llamadles ahora mismo y entregad toda la ciudad al saqueo de la gente
de Holofernes y de todo su ejército.
27Mejor nos es convertirnos en botín suyo. Seremos sus esclavos, pero
salvaremos la vida y no tendremos que ver cómo, a nuestros ojos, se
mueren nuestros niños y expiran nuestras mujeres y nuestros hijos.
28Os conjuramos por el cielo y por la tierra, y por nuestro Dios, Señor
de nuestros padres, que nos ha castigado por nuestros pecados, y por
los pecados de nuestros padres, que cumpláis ahora mismo nuestros
deseos.»
29Y toda la asamblea, a una, prorrumpió en gran llanto y clamaron, a
grandes voces, al Señor Dios.
30Ozías les dijo: «Tened confianza, hermanos; resistamos aún cinco
días, y en este tiempo el Señor Dios nuestro volverá su compasión hacia
nosotros, porque no nos ha de abandonar por siempre.
31Pero si pasan estos días sin recibir ayuda cumpliré vuestros deseos.»
32Y despidió a la gente, cada cual a su puesto. Los hombres fueron a
las murallas y torres de la ciudad, y a las mujeres y niños los
enviaron a casa. Había en la ciudad un gran abatimiento.
INICIO
Judit 8
1Se enteró entonces de ello Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de
José, hijo de Oziel, hijo de Elcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón,
hijo de Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jilquías, hijo
de Eliab, hijo de Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasaday, hijo
de Israel.
2Su marido Manasés, de la misma tribu y familia que ella, había muerto
en la época de la recolección de la cebada.
3Estaba, en efecto, en el campo, vigilando a los que ataban las
gavillas, y le dio una insolación a la cabeza, cayó en cama y vino a
morir en su ciudad de Betulia. Fue sepultado junto a sus padres, en el
campo que hay entre Dotán y Balamón.
4Judit llevaba ya tres años y cuatro meses viuda, viviendo en su casa.
5Se había hecho construir un aposento sobre el terrado de la casa, se
había ceñido de sayal y se vestía vestidos de viuda; ayunaba
6durante toda su viudez, a excepción de los sábados y las vigilias de
los sábados, los novilunios y sus vigilias, las solemnidades y los días
de regocijo de la casa de Israel.
7Era muy bella y muy bien parecida. Su marido Manasés le había dejado
oro y plata, siervos y siervas, ganados y campos, quedando ella
como dueña,
8y no había nadie que pudiera decir de ella una palabra maliciosa,
porque tenía un gran temor de Dios.
9Oyó, pues, Judit las amargas palabras que el pueblo había dicho contra
el jefe de la ciudad, pues habían perdido el ánimo ante la escasez de
agua. Supo también todo cuanto Ozías les había respondido y cómo les
había jurado que entregaría la ciudad a los asirios al cabo de cinco
días.
10Entonces, mandó llamar a Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad, por
medio de la sierva que tenía al frente de su hacienda.
11Vinieron y ella les dijo: «Escuchadme, jefes de los moradores de
Betulia. No están bien las palabras que habéis pronunciado hoy delante
del pueblo, cuando habéis interpuesto entre Dios y vosotros un
juramento, asegurando que entregaríais la ciudad a nuestros
enemigos si en el plazo convenido no os enviaba socorro el Señor.
12¿Quiénes sois vosotros para permitiros hoy poner a Dios a prueba y
suplantar a Dios entre los hombres?
13¡Así tentáis al Señor Onmipotente, vosotros que nunca llegaréis a
comprender nada!
14Nunca llegaréis a sondear el fondo del corazón humano, ni podréis
apoderaros de los pensamientos de su inteligencia, pues ¿cómo vais a
escrutar a Dios que hizo todas las cosas, conocer su inteligencia y
comprender sus pensamientos? No, hermanos, no provoquéis la cólera del
Señor, Dios nuestro.
15Si no quiere socorrernos en el plazo de cinco días, tiene poder para
protegernos en cualquier otro momento, como lo tiene para aniquilarnos
en presencia de nuestros enemigos.
16Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor nuestro
Dios, porque Dios no se somete a las amenazas, como un hombre, ni se le
marca, como a un hijo de hombre, una línea de conducta.
17Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos confiadamente
que nos salve. Y él escuchará nuestra súplica, si le place hacerlo.
18«Verdad es que no hay en nuestro tiempo ni en nuestros días tribu,
familia, pueblo o ciudad de las nuestras que se postre ante dioses
hechos por mano de hombre, como sucedió en otros tiempos,
19en castigo de lo cual fueron nuestros padres entregados a la espada y
al saqueo, y sucumbieron desastradamente ante sus enemigos.
20Pero nosotros no conocemos otro Dios que él, y en esto estriba
nuestra esperanza de que no nos mirará con desdén ni a nosotros
ni a ninguno de nuestra raza.
21«Porque si de hecho se apoderan de nosotros, caerá todo Judea;
nuestro santuario será saqueado y nosotros tendremos que responder de
esta profanación con nuestra propia sangre.
22La muerte de nuestros hermanos, la deportación de esta tierra y la
devastación de nuestra heredad, caerá sobre nuestras cabezas, en
medio de las naciones en que estemos como esclavos y seremos para
nuestros amos escarnio y mofa,
23ya que nuestra esclavitud no concluiría en benevolencia, sino que el
Señor nuestro Dios la convertiría en deshonra.
24Ahora, pues, hermanos, mostremos a nuestros hermanos que su vida
depende de nosotros y que sobre nosotros se apoyan las cosas sagradas,
el Templo y el altar.
25«Por todo esto, debemos dar gracias al Señor nuestro Dios que ha
querido probarnos como a nuestros padres.
26Recordad lo que hizo con Abraham, las pruebas por que hizo pasar a
Isaac, lo que aconteció a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando
pastoreaba los rebaños de Labán, el hermano de su madre.
27Como les puso a ellos en el crisol para sondear sus corazones, así el
Señor nos hiere a nosotros, los que nos acercamos a él, no para
castigarnos, sino para amonestarnos.»
28Ozías respondió: «En todo cuanto has dicho, has hablado con recto
juicio y nadie podrá oponerse a tus razones,
29ya que no has empezado hoy a dar muestras de tu sabiduría, sino que
de antiguo conoce todo el pueblo tu inteligencia y la bondad de
los pensamientos que forma tu corazón.
30Pero el pueblo padecía gran sed y nos obligaron a pronunciar aquellas
palabras, y a comprometernos con un juramento que no podemos violar.
31Ahora, pues, tú que eres una mujer piadosa, pide por nosotros al
Señor que envíe lluvia para llenar nuestras cisternas, y así no nos
veamos acabados.»
32Respondió Judit: «Escuchadme. Voy a hacer algo que se transmitirá de
generación en generación entre los hijos de nuestra raza.
33Estad esta noche a la puerta de la ciudad. Yo saldré con mi sierva y
antes del plazo que os habéis fijado para entregar la ciudad a nuestros
enemigos, visitará el Señor a Israel por mi mano.
34No intentéis averiguar lo que quiero hacer, pues no lo diré hasta no
haberlo cumplido.»
35Ozías y los jefes le dijeron: «Vete en paz y que el Señor Dios te
preceda para tomar venganza de nuestros enemigos.»
36Y dejando el aposento, regresaron a sus puestos.
INICIO
Judit 9
1Cayó Judit, rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza, dejó ver el
sayal que tenía puesto y, a la misma hora en que se ofrecía en
Jerusalén, en la Casa de Dios, el incienso de aquella tarde, clamó al
Señor en alta voz diciendo:
2Señor, Dios de mi padre Simeón, a quien diste una espada para vengarse
de extranjeros que habían soltado el ceñidor de una virgen
para mancha, que desnudaron sus caderas para
vergüenza y profanaron su seno para deshonor; pues tú dijiste: «Eso no
se hace», y ellos lo hicieron.
3Por eso entregaste sus jefes a la muerte y su lecho, rojo de vergüenza
por su engaño, lo dejaste engañado hasta la sangre. Castigaste a los
esclavos con los príncipes, a los príncipes con los siervos.
4Entregaste al saqueo a sus mujeres, sus hijas al destierro, todos sus
despojos en reparto para tus hijos amados, que se habían encendido de
tu celo, y tuvieron horror a la mancha hecha a su sangre y te llamaron
en su ayuda. ¡Oh Dios, mi Dios, escucha a esta viuda!
5Tú que hiciste las cosas pasadas, las de ahora y las venideras, que
has pensado el presente y el futuro; y sólo sucede lo que tú dispones,
6y tus designios se presentan y te dicen: «Aquí estamos!» Pues todos
tus caminos están preparados y tus juicios de antemano previstos.
7Mira, pues, a los asirios que juntan muchas fuerzas, orgullosos de sus
caballos y jinetes, engreídos por la fuerza de sus infantes, fiados en
sus escudos y en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no han
reconocido que tú eres el Señor, quebrantador de guerras.
8Tu Nombre es «¡Señor!» ¡Quebranta su poder con tu fuerza! ¡Abate su
poderío con tu cólera!, pues planean profanar tu santuario, manchar la
Tienda en que reposa la Gloria de tu Nombre, y derribar con fuerza el
cuerno de tu altar.
9Mira su altivez, y suelta tu ira sobre sus cabezas; da a mi mano de
viuda fuerza para lo que he proyectado.
10Hiere al esclavo con el jefe, y al jefe con su siervo, por la astucia
de mis labios. Abate su soberbia por mano de mujer.
11No está en el número tu fuerza, ni tu poder en los valientes, sino
que eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de
los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados.
12¡Sí, sí! Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Señor de
los cielos y la tierra, Creador de las aguas, Rey de toda tu creación,
¡escucha mi plegaria!
13Dame una palabra seductora para herir y matar a los que traman duras
decisiones contra tu alianza, contra tu santa Casa y contra el monte
Sión y la casa propiedad de tus hijos.
14Haz conocer a toda nación y toda tribu que tú eres Yahveh, Dios de
todo poder y toda fuerza, y que no hay otro protector fuera de ti para
la estirpe de Israel.
INICIO
Judit 10
1Acabada su plegaria al Dios de Israel, y dichas todas estas palabras,
2se levantó Judit del suelo, llamó a su sierva y bajando a la casa
donde pasaba los sábados y solemnidades,
3se quitó el sayal que vestía, se desnudó de sus vestidos de viudez, se
baño toda, se ungió con perfumes exquisitos, se compuso la cabellera
poniéndose una cinta, y se vistió los vestidos que vestía cuando era
feliz, en vida de su marido Manasés.
4Se calzó las sandalias, se puso los collares, brazeletes y anillos,
sus pendientes y todas sus joyas, y realzó su hermosura cuanto pudo,
con ánimo de seducir los ojos de todos los hombres que la viesen.
5Luego dio a su sierva un odre de vino y un cántaro de aceite, llenó
una alforja con harina de cebada, tortas de higos y panes puros,
empaquetó las provisiones y se lo entregó igualmente a su sierva.
6Luego se dirigieron a la puerta de la ciudad, de Betulia, donde se
encontraron con Ozías y con Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad.
7Cuando vieron a Judit con el rostro transformado y mudada de vestidos,
se quedaron maravillados de su extremada hermosura y le dijeron:
8«¡Que el Dios de nuestros padres te haga alcanzar favor y dé
cumplimiento a tus designios, para gloria de los hijos de Israel y
exaltación de Jerusalén!»
9Ella adoró a Dios y les dijo: «Mandad que me abran la puerta de la
ciudad para que vaya a poner por obra los deseos de que me habéis
hablado.» Ellos mandaron a los jóvenes que le abrieran, tal como lo
pedía.
10Así lo hicieron ellos, y salió Judit con su sierva. Los hombres de la
ciudad la siguieron con la mirada mientras descendía por la
ladera, hasta que llegó al valle; y allí la perdieron de vista.
11Avanzaron ellas a derecho por el valle, hasta que le salió al
encuentro una avanzada de los asirios,
12que la detuvieron y preguntaron: «¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿A
dónde vas?» Ella respondió: «Hija de hebreos soy y huyo de ellos,
porque están a punto de ser devorados por vosotros.
13Vengo a presentarme ante Holofernes, jefe de vuestro ejército, para
hablarle con sinceridad y mostrarle un camino por el que pueda pasar
para adueñarse de toda la montaña, sin que perezca ninguno de sus
hombres y sin que se pierda una sola vida».
14Oyéndola hablar aquellos hombres, y viendo la admirable hermosura de
su rostro, le dijeron:
15«Has salvado tu vida con tu decisión de bajar a presentarte ante
nuestro señor. Dirígete a su tienda, que algunos de los nuestros te
acompañarán hasta ponerte en sus manos.
16Cuando estés en su presencia, no tengas miedo; anúnciale tus
propósitos y él se portará bien contigo.»
17Y eligieron entre ellos cien hombres que le dieran escolta a ella y a
su sierva y las llevaran hasta la tienda de Holofernes.
18Habiéndose corrido por todas las tiendas la noticia de su llegada,
concurrió la gente del campamento, que hicieron corro en torno a ella,
mientras esperaba, fuera de la tienda, que la anunciasen a Holofernes.
19Se quedaban admirados de su belleza y, por ella, admiraban a los
israelitas, diciéndose unos a otros: «¿Quién puede menospreciar a un
pueblo que tiene mujeres como ésta? ¡Sería un error dejar con vida a
uno solo de ellos, porque los que quedaran, serían capaces de engañar a
toda la tierra!»
20Salieron, pues, los de la escolta personal de Holofernes y todos sus
servidores y la introdujeron en la tienda.
21Estaba Holofernes descansando en su lecho, bajo colgaduras de oro y
púrpura recamadas de esmeraldas y piedras preciosas.
22Se la anunciaron y él salió hasta la entrada de la tienda, precedido
de lámparas de plata.
23Cuando Judit llegó ante Holofernes y sus ministros, todos se
maravillaron de la hermosura de su rostro. Cayó ella rostro en tierra y
se postró ante él, pero los siervos la levantaron.
INICIO
Judit 11
1Holofernes le dijo: «Ten confianza, mujer, no tengas miedo, porque yo
ningún mal hago a quien se decide a servir a Nabucodonosor, rey
de toda la tierra.
2Tampoco contra tu pueblo de la montaña habría alzado yo mi lanza, si
ellos no me hubieran despreciado; pero ellos mismos lo han querido.
3Dime ahora por qué razón huyes de ellos y te pasas a nosotros. Desde
luego, al venir aquí te has salvado. Ten confianza; vivirás esta noche
y las restantes.
4Nadie te hará ningún mal; serás bien tratada, como se hace con los
siervos de mi señor, el rey Nabucodonosor.»
5Respondió Judit: «Acoge las palabras de tu sierva, y que tu sierva
pueda hablar en tu presencia. Ninguna falsedad diré esta noche a mi
señor.
6Si te dignas seguir los consejos de tu sierva, Dios actuará contigo
hasta el fin y mi señor no fracasará en sus proyectos.
7¡Viva Nabucodonosor, rey de toda la tierra y viva su poder que te ha
enviado para poner en el recto camino a todo viviente!; porque gracias
a ti no le sirven tan sólo los hombres, sino que, por medio de tu
fuerza, hasta las fieras salvajes, los ganados y las aves del
cielo viven para Nabucodonosor y para toda su casa.
8«Nosotros, en efecto, hemos oído hablar de tu sabiduría y de la
prudencia de tu espíritu, y se dice por toda la tierra que tú eres el
mejor en todo el reino, de profundos conocimientos y admirable como
estratega.
9Por lo que se refiere al discurso que Ajior pronunció en tu Consejo,
nosotros hemos oído sus mismas palabras, pues los hombres de Betulia le
han salvado y él les refirió todo lo que te dijo.
10Acerca de esto, dueño y señor, no desestimes sus palabras; tenlas
bien presentes, porque responden a la verdad. Pues muestra raza no
recibe castigo ni la espada tiene poder sobre ellos, si no han pecado
contra su Dios.
11Pero precisamente para que mi señor no se vea rechazado y con las
manos vacías, la muerte va a caer sobre sus cabezas. Han caído en un
pecado con el que provocan la cólera de su Dios cada vez que cometen
tal desorden.
12En vista de que se les acaban los víveres y escasea el agua, han
deliberado echar mano de sus ganados y están ya decididos a consumir
todo aquello que su Dios, por sus leyes, les ha prohibido comer.
13Han decidido, igualmente, consumir las primicias del trigo y el
diezmo del vino y del aceite que habían reservado, porque están
consagrados a los sacerdotes que están en la presencia de nuestro Dios,
en Jerusalén, y que ningún laico puede ni tan siquiera tocar con la
mano.
14Han enviado mensajeros a Jerusalén (cuyos habitantes hacen estas
mismas cosas) para recabar del Consejo de Ancianos los permisos.
15Y en cuanto les sea concedido y lo realicen, en ese mismo momento te
serán entregados para su destrucción.
16Cuando yo, tu esclava, supe todo esto, huí de ellos. Mi Dios me ha
enviado para que yo haga contigo cosas de que se pasmará toda la tierra
y todos cuantos las oigan.
17Porque tu esclava es piadosa y sirve noche y día al Dios del Cielo.
Ahora, mi señor, quisiera quedarme a tu lado. Tu sierva saldría por las
noches hacia el barranco, para suplicar a mi Dios y El me dirá cuándo
han cometido su pecado.
18Yo vendré a comunicártelo y entonces tú saldrás con todo tu ejército
y ninguno de ellos podrá resistirte.
19Yo te guiaré por medio de Judea hasta llegar a Jerusalén y haré que
te asientes en medio de ella. Tú los llevarás como rebaño sin
pastor, y ni un perro ladrará contra ti. He tenido el presentimiento de
todo esto; me ha sido anunciado y he sido enviada para comunicártelo.»
20Agradaron estas palabras a Holofernes y a todos sus servidores, que
estaban admirados de su sabiduría, y dijeron:
21«De un cabo al otro del mundo, no hay mujer como ésta, de tanta
hermosura en el rostro y tanta sensatez en las palabras.»
22Holofernes le dijo: «Bien ha hecho Dios en enviarte por delante de tu
pueblo, para que esté en nuestras manos el poder, y en manos de
los que han despreciado a mi señor, la ruina.
23Por lo demás, eres tan bella de aspecto como prudente en tus
palabras. Si haces lo que has prometido, tu Dios será mi Dios, vivirás
en el palacio del rey Nabucodonosor y serás famosa en toda la tierra.»
INICIO
Judit 12
1Mandó luego que la introdujeran donde tenía su vajilla y ordenó que le
sirvieran de sus propios manjares y le dieran a beber de su
propio vino.
2Pero Judit dijo: «No debo comer esto, para que no me sea ocasión de
falta. Se me dará de las provisiones que traje conmigo.»
3Holofernes le dijo: «Cuando se te acaben las cosas que tienes, ¿de
dónde podremos traerte otras iguales? Porque no hay nadie de los
tuyos con nosotros.»
4Respondió Judit: «Por tu vida, mi señor; que, antes que tu sierva haya
consumido lo que traje, cumplirá el Señor, por mi mano, sus designios.»
5Los siervos de Holofernes la condujeron a la tienda, y ella durmió
hasta media noche. Al acercarse la vigilia de la aurora, se levantó,
6y envió a decir a Holofernes: «Ordene mi señor que se dé a tu sierva
permiso para salir a orar.»
7Holofernes ordenó a su escolta que no se lo impidieran. Judit
permaneció tres días en el campamento. Cada noche se dirigía
hacia el barranco de Betulia y se lavaba en la fuente donde estaba el
puesto de guardia.
8A su regreso, suplicaba al Señor, Dios de Israel, que diese buen fin a
sus proyectos para exaltación de los hijos de su pueblo.
9Y, ya purificada, entraba en la tienda y allí permanecía hasta que le
traían su comida de la tarde.
10Al cuarto día, dio Holofernes un banquete exclusivamente para sus
oficiales; no invitó a ninguno de los encargados de los servicios.
11Dijo, pues, a Bagoas, el eunuco que tenía al frente de sus negocios:
«Trata de persuadir a esa mujer hebrea que tienes contigo, que venga a
comer y beber con nosotros.
12Sería una vergüenza para nosotros que dejáramos marchar a tal mujer
sin habernos entretenido con ella. Si no somos capaces de
atraerla, luego hará burla de nosotros.»
13Salió Bagoas de la presencia de Holofernes, entró en la tienda de
Judit y dijo: «Que esta bella esclava no se niegue a venir donde mi
señor, para ser honrada en su presencia, para beber vino alegremente
con nosotros y ser, en esta ocasión, como una de las hijas de los
asirios que viven en el palacio de Nabucodonosor.»
14Judit le respondió: «¿Quién soy yo para oponerme a mi señor? Haré
prontamente todo cuanto le agrade y ello será para mí motivo de gozo
mientras viva.»
15Después se levantó y se engalanó con sus vestidos y todos sus ornatos
femeninos. Se adelantó su sierva para extender en tierra, frente a
Holofernes, los tapices que había recibido de Bagoas para el uso
cotidiano, con el fin de que pudiera tomar la comida reclinada sobre
ellos.
16Entrando luego Judit, se reclinó. El corazón de Holofernes quedó
arrebatado por ella, su alma quedó turbada y experimentó un violento
deseo de unirse a ella, pues desde el día que la vio, andaba buscando
ocasión de seducirla.
17Díjole Holofernes: «¡Bebe, pues, y comparte la alegría con nosotros!»
18Judit respondió: «Beberé señor; pues nunca, desde el día en que nací,
nunca estimé en tanto mi vida como ahora.»
19Y comió y bebió, frente a él, sirviéndose de las provisiones que su
sierva había preparado.
20Holofernes, que se hallaba bajo el influjo de su encanto, bebió vino
tan copiosamente como jamás había bebido en todos los días de su
vida.
INICIO
Judit 13
1Cuando se hizo tarde, sus oficiales se apresusaron a retirarse y
Bagoas cerró la tienda por el exterior, después de haber apartado de la
presencia de su señor a los que todavía quedaban; y todos se fueron a
dormir, fatigados por el exceso de bebida;
2quedaron en la tienda tan sólo Judit y Holofernes, desplomado sobre su
lecho y rezumando vino.
3Judit había mandado a su sierva que se quedara fuera de su dormitorio
y esperase a que saliera, como los demás días. Porque, en efecto, ella
había dicho que saldría para hacer su oración y en este mismo sentido
había hablado a Bagoas.
4Todos se habían retirado; nadie, ni grande ni pequeño, quedó en el
dormitorio. Judit, puesta de pie junto al lecho, dijo en su corazón:
«¡Oh Señor, Dios de toda fuerza! Pon los ojos, en esta hora, a la
empresa de mis manos para exaltación de Jerusalén.
5Es la ocasión de esforzarse por tu heredad y hacer que mis decisiones
sean la ruina de los enemigos que se alzan contra
nosotros.»
6Avanzó, después, hasta la columna del lecho que estaba junto a la
cabeza de Holofernes, tomó de allí su cimitarra,
7y acercándose al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los
cabellos y dijo: «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!»
8Y, con todas sus fuerzas, le descargó dos golpes sobre el cuello y le
cortó la cabeza.
9Después hizo rodar el tronco fuera del lecho, arrancó las colgaduras
de las columnas y saliendo entregó la cabeza de Holofernes a su
sierva,
10que la metió en la alforja de las provisiones. Luego salieron las dos
juntos a hacer la oración, como de ordinario, atravesaron el
campemento, contornearon el barranco, subieron por el monte de Betulia
y se presentaron ante las puertas de la ciudad.
11Judit gritó desde lejos a los centinelas de las puertas: «¡Abrid,
abrid la puerta! El Señor, nuestro Dios, está con nosotros para hacer
todavía hazañas en Israel y mostrar su poder contra nuestros enemigos,
como lo ha hecho hoy mismo.»
12Cuando los hombres de la ciudad oyeron su voz, se apresuraron a bajar
a la puerta y llamaron a los ancianos.
13Acudieron todos corriendo, desde el más grande al más chico, porque
no tenían esperanza de que ella volviera; abrieron, pues, la puerta,
las recibieron, y encendiendo una hoguera para que se pudiera ver,
hicieron corro en torno a ellas.
14Judit, con fuerte voz, les dijo: «¡Alabad a Dios, alabadle! Alabad a
Dios, que no ha apartado su misericordia de la casa de Israel, sino que
esta noche ha destrozado a nuestros enemigos por mi mano.»
15Y sacando de la alforja la cabeza, se la mostró, diciéndoles: «Mirad
la cabeza de Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, y mirad las
colgaduras bajo las cuales se acostaba en su borracheras. ¡El Señor le
ha herido por mano de mujer!
16¡Vive el Señor!, el que me ha guardado en el camino que emprendí, que
fue seducido, para perdición suya, por mi rostro, pero no ha cometido
conmigo ningún pecado que me manche o me deshonre.»
17Todo el pueblo quedó lleno de estupor y postrándose adoraron a Dios y
dijeron a una: «¡Bendito seas, Dios nuestro, que has aniquilado el día
de hoy a los enemigos de tu pueblo!»
18Ozías dijo a Judit: «¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que
todas las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, Creador
del cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del
jefe de nuestros enemigos.
19Jamás tu confianza faltará en el corazón de los hombres que
recordarán la fuerza de Dios eternamente.
20Que Dios te conceda, para exaltación perpetua, el ser favorecida con
todos los bienes, porque no vacilaste en exponer tu vida a causa de la
humillación de nuestra raza. Detuviste nuestra ruina procediendo
rectamente ante nuestro Dios.»Todo el pueblo respondió: «¡Amén, amén!»
INICIO
Judit 14
1Judit les dijo: «Escuchadme, hermanos; tomad esta cabeza y colgadle en
el saliente de nuestras murallas;
2y apenas despunte el alba y salga el sol sobre la tierra, empuñaréis
cada uno vuestras armas y saldréis fuera de la ciudad todos los hombres
capaces. Que se ponga uno al frente, como si intentarais bajar a la
llanura, contra la avanzada de los asirios. Pero no bajéis.
3Los asirios tomarán sus armas y marcharán a su campamento para
despertar a los jefes del ejército de Asiria. Correrán a la tienda de
Holofernes, pero al no dar con él, quedarán aterrorizados y huirán ante
vosotros.
4Entonces, vosotros y todos los habitantes del territorio de Israel,
saldréis en su persecución y los abatiréis en la retirada.
5«Pero antes, traed aquí a Ajior el ammonita, para que vea y reconozca
al que despreciaba a la casa de Israel, al que le envió a nosotros como
destinado a la muerte.»
6Hicieron, pues, venir a Ajior desde la casa de Ozías. Al llegar y ver
que uno de los hombres de la asamblea del pueblo tenía en la mano la
cabeza de Holofernes, cayó al suelo, desvanecido.
7Cuando le reanimaron, se echó a los pies de Judit, se postró ante ella
y dijo: «¡Bendita seas en todas las tiendas de Judá y en todas las
naciones que, cuando oigan pronunciar tu nombre, se sentirán turbadas!»
8«Y ahora, cuéntame lo que has hecho durante este tiempo.» Judit le
contó, en medio del pueblo, todo cuanto había hecho, desde que salió
hasta el momento en que les estaba hablando.
9Cuando hubo acabado su relato, todo el pueblo lanzó grandes
aclamaciones y en toda la ciudad resonaron los gritos de alegría.
10Ajior, por su parte, viendo todo cuanto había hecho el Dios de
Israel, creyó en él firmemente, se hizo circuncidar y quedó anexionado
para siempre a la casa de Israel.
11Apenas despuntó el alba, colgaron de la muralla la cabeza de
Holofernes, tomaron las armas todos los hombres de Israel y
salieron, por grupos, hacia las subidas.
12Al verlos los asirios, communicaron la novedad a sus oficiales, y
éstos la fueron comunicando a sus estrategas y comandantes y a
todos sus jefes,
13hasta llegar a la tienda de Holofernes. Dijeron, pues, a su
intendente general: «Despierta a nuestro señor, porque esos esclavos
tienen la osadía de bajar a combatir contra nosotros, para hacerse
exterminar completamente.»
14Entró, pues, Bagoas y dio palmadas ante la cortina de la tienda,
porque suponía que Holofernes estaría durmiendo con Judit.
15Como nadie respondía, apartó la cortina, entró en el dormitorio, y lo
encontró tendido sobre el umbral muerto y decapitado.
16Dio entonces una gran voz, con gemido y llanto y fuertes alaridos, al
tiempo que rasgaba sus vestiduras.
17Entró luego en la tienda en que se había aposentado Judit, y al no
verla, se precipitó hacia la tropa gritando:
18«¡Esas esclavas eran unas pérfidas! Una sola mujer hebrea ha llenado
de vergüenza la casa del rey Nabucodonosor. ¡Mirad a Holofernes,
derribado en tierra y decapitado!»
19Cuando los jefes del ejército asirio oyeron estas palabras, su ánimo
quedó turbado hasta el extremo, rasgaron sus túnicas y lanzaron
grandes gritos y voces por todo el campamento.
INICIO
Judit 15
1Al oírlo los del campamento, quedaron estupefactos;
2fueron presa de terror pánico y nadie ya fue capaz de mantenerse al
lado de sus compañeros: huyeron todos a la desbandada, por todos los
caminos, por la llanura y la montaña.
3También los que estaban acampados en la altura, sitiando a Betulia, se
dieron a la fuga; entonces, todos los hombres de guerra de Israel
cayeron sobre ellos.
4Ozías mandó aviso a Betomestáin, a Bebé, Jobá y Kolá, y a toda la
montaña de Israel, dando noticia de cuanto había pasado, para que todos
se arrojaran sobre los enemigos y los exterminaran.
5Cuando los israelitas lo supieron, todos, como un solo hombre, se
lanzaron sobre los asirios y los batieron hasta Jobá. También
acudieron los de Jerusalén y los de la montaña, porque también a ellos
se les dio noticia de lo sucedido en el campo enemigo; de igual
modo, los de Galaad y Galilea, atacándoles de flanco, les
hicieron enorme estrago hasta que pudieron refugiarse en Damasco y su
región.
6En cuanto a los demás habitantes de Betulia, cayeron sobre el
campamento asirio, le saquearon y obtuvieron grandes riquezas.
7Los israelitas, de vuelta de la matanza, se hicieron dueños del resto;
también los de las aldeas y granjas de la montaña y del llano
obtuvieron gran botín, porque había una abundancia incalculable.
8El sumo sacerdote Yoyaquim, con el Consejo de Ancianos de Israel y los
habitantes de Jerusalén, vinieron a contemplar los bienes que el Señor
había hecho a Israel, y a ver y saludar a Judit.
9En llegando a su presencia, todos a una voz la bendijeron diciendo:
«Tú eres la exaltación de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel, tú
la suprema gloria de nuestra raza.
10Al hacer todo esto por tu mano has procurado la dicha de Israel y
Dios se ha complacido en lo que has hecho.Bendita seas del Señor
Omnipotente por siglos infinitos.» Y todo el pueblo
respondió: «¡Amén!»
11Todo el pueblo estuvo recogiendo botín del campamento durante treinta
días; dieron a Judit la tienda de Holofernes, con toda su vajilla de
plata, sus divanes, sus vasijas y todo su mobiliario. Ella lo tomó y lo
cargó sobre su mula, preparó sus carros y los amontonó todo encima.
12Todas las mujeres de Israel acudieron para verla y la bendecían
danzando en coro. Judit tomaba tirsos con la mano y los distribuía
entre las mujeres que estaban a su lado.
13Ellas y sus acompañantes se coronaron con coronas de olivo; después,
dirigiendo el coro de las mujeres, se puso danzando a la cabeza de todo
el pueblo. La seguían los hombres de Israel, armados de sus armas,
llevando coronas y cantando himnos.
14Judit entonó, en medio de todo Israel, este himno de acción de
gracias y todo el pueblo repetía sus alabanzas:
INICIO
Judit 16
1¡Alabad a mi Dios con tamboriles, elevad cantos al Señor con címbalos,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su
Nombre!
2Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras, porque en sus
campos, en medio de su pueblo me arrancó de la mano de mis
perseguidores.
3Vinieron los asirios de los montes del norte, vinieron con tropa
innumerable; su muchedumbre obstruía los torrentes, y sus caballos
cubrían las colinas.
4Hablaba de incendiar mis tierras, de pasar mis jóvenes a espada, de
estrellar contra el suelo a los lactantes, de entregar como botín a mis
niños y de dar como presa a mi doncellas.
5El Señor Omnipotente por mano de mujer los anuló.
6Que no fue derribado su caudillo por jóvenes guerreros, ni le hirieron
hijos de Titanes, ni altivos gigantes le vencieron; le subyugó Judit,
hija de Merarí, con sólo la hermosura de su rostro.
7Se despojó de sus vestidos de viudez, para exaltar a los afligidos de
Israel; ungió su rostro de perfumes,
8prendió con una cinta sus cabellos, ropa de lino vistió para
seducirle.
9La sandalia de ella le robó los ojos, su belleza cautivóle el alma ¡y
la cimitarra atravesó su cuello!
10Se estremecieron los persas por su audacia, se turbaron los medos por
su temeridad.
11Entonces clamaron mis humildes, y ellos temieron; clamaron mis
débiles y ellos quedaron aterrados; alzaron su voz éstos, y ellos se
dieron a la fuga.
12Hijos de jovenzuelas los asaetearon, como a hijos de desertores los
hirieron, perdieron en la batalla contra mi Señor.
13Cantaré a mi Dios un cantar nuevo: «¡Tú eres grande, Señor, eres
glorioso, admirable en poder e insuperable!»
14Sírvante a ti las criaturas todas, pues hablaste tú y fueron hechas,
enviaste tu espíritu y las hizo, y nadie puede resitir tu voz.
15Pues los montes, desde sus cimientos, serán sacudidos con las aguas;
las rocas en tu presencia se fundirán como cera; pero con aquellos que
te temen, te muestras tú siempre propicio.
16Porque es muy poca cosa todo sacrificio de calmante aroma, y apenas
es nada la grasa para serte ofrecida en holocausto. Mas quien teme al
Señor será grande para siempre.
17¡Ay de las naciones que se alzan contra mi raza! El Señor Omnipotente
les dará el castigo en el día del juicio. Entregará sus cuerpos al
fuego y a los gusanos, y gemirán en dolor eternamente.
18Cuando llegaron a Jerusalén, adoraron a Dios, y una vez purificado el
pueblo, ofrecieron sus holocaustos, sus ofrendas voluntarias y sus
regalos.
19Judit ofreció todo el mobiliario de Holofernes, que el pueblo le
había concedido, y entregó a Dios en anatema las colgaduras que ella
misma había tomado del dormitorio de Holofernes.
20Durante tres meses permaneció el pueblo en Jerusalén, celebrando
festejos delante de santuario. También Judit estaba presente.
21Pasados aquellos días, se volvió cada uno a su heredad. Judit regresó
a Betulia, donde vivió disfrutando de su hacienda; fue en su
tiempo muy famosa en toda aquella tierra.
22Muchos la pretendieron, pero ella no tuvo relaciones con ningún
hombre en toda su vida, desde que su marido Manasés murió y fue a
reunirse con su pueblo.
23Vivió hasta la avanzada edad de 105 años, transcurriendo su
ancianidad en casa de su marido. A su sierva le concedió la libertad.
Murió en Betulia y fue sepultada en la caverna de su marido Manasés.
24La casa de Israel la lloró durante siete días. Antes de morir,
distribuyó su hacienda entre los parientes de su marido Manasés y entre
sus propios parientes.
25Nadie ya atemorizó a los israelitas mientras vivió Judit, ni en mucho
tiempo después de su muerte.
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