PARROQUIA DE SANTIAGO APÓSTOL
LORCA





























EPÍSTOLA DE SANTIAGO 


CAPITULOS
1  2  3  4  5


Santiago 1
1Santiago, siervo  de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la Dispersión.
2Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas,
3sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento;
4pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear.
5Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente y sin echarlo  en cara, y se la dará.
6Pero que la pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento  y llevado de una a otra parte.
7Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre como éste,
8un hombre irresoluto e inconstante en todos sus caminos.
9El hermano de condición humilde gloríese en su exaltación;
10y el rico, en su humillación, porque pasará  como flor de hierba:
11sale el sol con fuerza y  seca la hierba y su flor cae  y se pierde su hermosa apariencia; así también el rico se marchitará en sus caminos.
12 ¡Feliz  el hombre  que soporta  la prueba! Superada la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido  el Señor a los que le aman.
13Ninguno, cuando sea probado, diga: «Es Dios quien me prueba»; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie.
14Sino que cada uno es probado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce.
15Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la  muerte.
16No os engañéis, hermanos míos queridos:
17toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio  ni sombra de rotación.
18Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas.
19Tenedlo presente, hermanos míos queridos: Que cada uno sea  diligente para escuchar y tardo  para hablar, tardo  para la ira.
20Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
21Por eso, desechad toda inmundicia y abundancia de mal y recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas.
22Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos.
23Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ése se parece al que contempla su imagen en un espejo:
24se contempla, pero, en yéndose, se olvida de cómo es.
25En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése, practicándola, será feliz.
26Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana.
27La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación  y conservarse incontaminado del mundo.

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Santiago 2
1Hermanos míos, no entre la acepción de personas en la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado.
2Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio;
3y que dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: «Tú, siéntate aquí, en un buen lugar»; y en cambio al pobre le decís: «Tú, quédate ahí de pie», o «Siéntate a mis pies».
4¿No sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos?
5Escuchad, hermanos míos queridos: ¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y  herederos del Reino que prometió a los que le aman?
6¡En cambio vosotros habéis menospreciado al pobre! ¿No son acaso los ricos los que os oprimen y os arrastran a los tribunales?
7¿No son ellos los que blasfeman el hermoso Nombre que ha sido invocado sobre vosotros?
8Si cumplís plenamente la Ley regia según la Escritura:  Amarás a tu prójimo como a ti mismo,  obráis bien;
9pero si tenéis acepción de personas, cometéis pecado y quedáis convictos de transgresión por la Ley.
10Porque quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace reo de todos.
11Pues el que dijo:  No adulteres,  dijo también:  No mates.  Si no adulteras, pero matas, eres transgresor de la Ley.
12Hablad y obrad tal como corresponde a los que han de ser juzgados por la Ley de la libertad.
13Porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; pero la misericordia se siente superior al  juicio.
14¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe?
15Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario,
16y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?
17Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta.
18Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe.
19¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan.
20¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril?
21Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando  ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
22¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección?
23Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice:  Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia  y fue llamado amigo de Dios.»
24Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente.
25Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino?
26Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

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Santiago 3
1No os hagáis maestros muchos de vosotros, hermanos míos, sabiendo que nosotros tendremos un juicio más severo,
2pues todos caemos muchas veces. Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo.
3Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, dirigimos así todo su cuerpo.
4Mirad también las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos las empujen, son dirigidas por un pequeño timón adonde la voluntad del piloto quiere.
5Así también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego abrasa un bosque tan grande.
6Y la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo  y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos.
7Toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos pueden ser domados y de hecho han sido domados por el hombre;
8en cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero.
9Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios;
10de una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así.
11¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga?
12¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce.
13¿Hay entre vosotros quien tenga sabiduría o experiencia? Que muestre por su buena conducta las obras hechas con la dulzura de la sabiduría.
14Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no os jactéis ni mintáis contra la verdad.
15Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca.
16Pues donde existen envidias y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y toda clase de maldad.
17En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía.
18Frutos de justicia se siembran en la paz para los que procuran la paz.

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Santiago 4
1¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros?
2¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís.
3Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones.
4¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios.
5¿Pensáis que la Escritura dice en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros?
6Más aún, da una gracia mayor; por eso dice:  Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
7Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de vosotros.
8Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos.
9Lamentad vuestra miseria, entristeceos y llorad. Que vuestra risa se cambie en llanto y vuestra alegría en tristeza.
10Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.
11No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la Ley y juzga a la Ley; y si juzgas a la Ley, ya no eres un cumplidor de la Ley, sino un juez.
12Uno solo es el legislador y juez, que puede salvar o perder. En cambio tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?
13Ahora bien, vosotros los que decís: «Hoy o mañana iremos a tal ciudad, pasaremos allí el año, negociaremos y ganaremos»;
14vosotros que no sabéis qué será de vuestra vida el día de mañana... ¡Sois vapor que aparece un momento y después  desaparece!
15En lugar de decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello».
16Pero ahora os jactáis en vuestra fanfarronería. Toda jactancia de este tipo es mala.
17Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.

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Santiago 5
1Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros.
2Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados;
3vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos.
4Mirad; el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.
5Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones  en el día de la matanza.
6Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste.
7Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la  tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías.
8Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca.
9No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez está ya a las puertas.
10Tomad, hermanos, como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.
11Mirad cómo proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído la paciencia de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el Señor le dio; porque  el Señor es compasivo y misericordioso.
12Ante todo, hermanos, no juréis ni por el cielo ni por la tierra, ni por ningún otra cosa. Que vuestro sí sea sí, y el no, no; para no incurrir en juicio.
13¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos.
14¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor.
15Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.
16Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.
17Elías era un hombre de igual condición que nosotros; oró insistentemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses.
18Después oró de nuevo y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto.
19Si alguno de vosotros, hermanos míos, se desvía de la verdad y otro le convierte,
20sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y  cubrirá multitud de pecados.


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